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Se quedó sin trabajo en la pandemia y busca salir a flote con sus pastelitos y rosquitas

María Roxana debió abandonar su trabajo en la Municipalidad por la enfermedad de su padre. Tras hacer todo tipo de actividades en su vida, hoy apuesta a su comida casera para salir adelante.

Tiempo atrás, María Roxana decidió abandonar su trabajo en la Municipalidad, donde había estado muchos años, por la enfermedad de su padre. La vía de escape que encontró fue un emprendimiento llamado Mi Dulce Zapata, en el que cocina y vende por la ciudad pastelitos, rosquitas, alfajores de maicena y conitos. Comenzó hace tres meses y, pese a que reconoce que a día de hoy las ventas no son las que quisiera, decide aplazar los lamentos y seguir pateando para adelante.

El estado de salud de su padre se agravó y Adolfo, uno de los primeros trabajadores que tuvo Coprol según comenta Roxana, falleció dos meses atrás. “Tengo que dedicarme a hacer algo para mantener a mis dos hijos. Uno de ellos tiene 17 años, el trabajo no abunda y tenemos que sobrevivir. Se me ocurrió empezar a vender comida”, explica ella a El Roldanense. En su momento, volvió a la Municipalidad para ver si había una vacante, pero le explicaron que ya no contaban con lugares disponibles.

Fue por eso mismo que pensó en vender sus productos caseros, algo que ya había hecho cuando su hija era pequeña. Sin embargo, dice que por entonces la realidad era otra, mucho menos complicada que la actual. “Con la pandemia, es todo bastante complicado. Uno no puede trabajar como antes, las cosas aumentan todos los días y la gente tiene miedo. Perdí a mi papá por la pandemia y hasta hoy siento miedo por mis hijos y nietos”, cuenta Roxana, a la vez que se ilusiona con que las ventas crezcan día a día y su emprendimiento se desarrolle.

Durante tantos años en su anterior lugar de trabajo, realizó múltiples labores. Entre ellos, fue barrendera, cortó el césped en las plazas y trabajó en los caniles. Previamente a eso, fue cocinera en Punto Urquiza, el bar que estaba enclavado en la esquina de Urquiza y San Luis, fue asistente terapéutica en geriátricos y hasta hizo limpieza de casas, parques y piletas. “Incluso, hacía pozos ciegos con mi papá y cuidábamos animales. Sé hacer muchas cosas. Cuando me quedé sola, tuve que arreglármela y buscar cómo mantenerme”, narra.

Actualmente, esta mujer que nació en Rosario pero se crió en Roldán y vive aquí desde muy joven, vende a través de Facebook o WhatsApp. Los precios de los pastelitos con almíbar, grana, coco rallado o chocolate oscilan entre $450 la docena y $250 la media docena. Las bandejas de 12 alfajores de maicena o conitos con dulce de leche, están $350, en tanto la docena de rosquitas vale $220 (120 la media) y las bolitas y pirulines con dulce rondan los $50. Roxana debió empezar de nuevo y lo hizo como sabe, haciendo más de una cosa a la vez y con capacidad para desenvolverse en cualquier labor.

Para contactar con ella, se puede escribir un mensaje al número 3413067969.