La Ciudad

Tras escuchar el relato del hijo de Suar y Araceli se animó a contar el abuso que sufrió de niña

Marcela es roldanense y decidió exponer el calvario que sufrió cuando no había cumplido los 7 años. “Hay días en que quiero desaparecer”, contó la mujer, quien ya recibió la contención de la secretaría de Promoción Humana. Su historia.

En numerosas ocasiones, Marcela pensó en contar lo que había sucedido, expresar el horror al que había sido sometida cuando aún era una niña y no había cumplido los siete años de vida. Pero siempre se retraía, o no contaba con el apoyo necesario de encontrar un oído dispuesto a escuchar su relato. Decidió callar hasta ahora, cuando puso en palabras lo sucedido en los micrófonos de la radio local FM 92. Fue un punto de inflexión para ella. “Es el momento, me está pasando y no tengo porqué callar”, dijo.

Tras los años en que decidió guardarse para sí misma lo acaecido aquel día, el sábado por la noche vio por televisión la narración en el programa Podemos Hablar del actor Tomás Kirzner, quien contó que había sufrido abuso siendo chico, y supo que éste es el momento para contar la verdad. Ya no se preocupa por el qué dirán, pero sobre todo no se paraliza por el sufrimiento propio. Sabe que necesitará contención, pero logró sacarse una mochila de encima que le pesó durante muchos años.

“Mis padres trabajaban, no estaban en ese horario y el abusador aprovechó. Era un allegado a la casa, conocido de mi papá y mi hemano. Estábamos con mi hermana, que es un año mayor”, comenzó con el relato la mujer roldanense. “Me acomodó en la cama y mandaba a mi hermana a espiar a la puerta por si venía alguien. Cuando le tocó a ella, pasó lo mismo”, amplió. Muchas veces se preguntó si en realidad se trataba de un sueño, pero nunca olvidó aquella sensación espantosa. “Nos dijo que nunca dijéramos nada a nadie, y eso me quedó grabado en la piel”.

Por entonces tomó aquel angustiante episodio como un juego, sin comprender lo que sucedía. De hecho, junto a su hermana no contaron a la familia los hechos de los que habían sido víctimas una vez que los padres retornaron a la casa. “No llegó a ser una violación porque nos hubiese lastimado, pero todavía recuerdo la asquerosidad de sus manos, de todo”, expresó en ese viaje espeluznante al pasado. Un pasado que nunca se pudo sacar de encima. “Para mí es como si esto hubiese pasado ayer”, señaló.

Años después, optó por charlar con su hermana sobre el tema, pero no encontró la respuesta que deseaba. “Fue como una pregunta, y ella me dijo ‘no, estás loca vos’. Yo lo quiero sacar hacia afuera y ella lo quiere guardar hacia adentro”. Actualmente, siente que, si se lo volviera a preguntar, obtendría la misma respuesta. También se lo contó a su madre, aunque su familia no le creyó en ese entonces. “Ella me dijo ‘pero no, nena, qué va a hacer ese hombre’”, rememoró. “A mí siempre me dio mucha verguenza todo esto”.

El hombre responsable del abuso siguió frecuentando la familia, y hasta no hace mucho tiempo llevaba su perro a la peluquería canina en la que trabaja Marcela. En esos momentos, ella lo miraba bloqueada, anulada, pero a la vez sentía que debía hacer algo. “Por ahí había momentos en que quería salir corriendo, o ir a la casa, enfrentarlo cara a cara y decirle que recuerdo todo perfectamente. Pero después me decía ‘no puedo hacer una cosa así”, manifestó.

Durante la charla que mantuvo en la radio, en la que se animó a contar lo acontecido con su crudo testimonio, Marcela dijo que su adolescencia fue muy difícil. “Me costaba muchísimo creer y hablar. Hay muchas personas de mi círculo íntimo que no conocen esta situación, me daba mucha verguenza y no sabía como desenvolverme. Hasta hace poco, decía ‘¿para qué lo voy a decir después de tantos años, quién me va a creer?’”, se preguntó con angustia. Aunque esta vez sintió que era diferente, que necesitaba hablar “si quiero que a ninguna otra persona le suceda lo mismo”.

Como si se tratase de una sustancia pegajosa que se adhiere a uno, ella dice que el paso de los años no logró borrar lo que sentía. El recuerdo permaneció intacto. “Esto se te pega tanto en la piel, en el alma, que te ahoga. He tenido momentos de locura, de querer salir corriendo, de parar en el medio de la nada y gritar fuerte. Realmente, a veces quiero desaparecer, hay días en que quiero desaparecer”, narró. Y pensó: “Ya no me debe importar si lo perjudico. A él no le importó perjudicarme a mí”.

Casada hace 18 años, madre de dos hijas mayores de edad y un chico de 12 años, Marcela dijo que el respaldo familiar fue clave para animarse a sacar todo lo que lleva dentro. “Antes de venir, mi pareja me dijo que me apoya y que está de acuerdo en todo lo que me pueda hacer bien”, subrayó. “Siempre tuve miedo de que a mis hijas les pase algo parecido, por eso soy una mamá muy protectora. Es más, hoy me cuesta largar a mi hijo a la calle. Estoy a la defensiva todo el tiempo”, reconoció.

Tal vez algo más liberada luego de ponerle palabras al horror, recibió el apoyo de la secretaría de Promoción Humana de la Municipalidad y dispuso del asesoramiento de una abogada. Este viernes hará la denuncia en la fiscalía local y luego hablará con un psicólogo en Acción Social. “Hoy tomé la decisión, haré lo que tenga que hacer. Voy a necesitar apoyo y a tomarlo. Siento que di el primer paso, voy a seguir con lo que tenga que hacer por mí, por mis hijos y la familia que tengo”, afirmó.

A la vez, se animó a brindar un mensaje. “Pase lo que pase, nadie es dueño de tu cuerpo. Cuenten inmediatamente a sus amigos, padres, y nunca se callen ante una situación así. Cuanto más tiempo pasa, más daño hace”, aseguró. “No tengan verguenza ni miedo, al contrario, no se sientan culpables. Nunca se callen.  Esto me quebró por dentro durante muchos años”, subrayó como colofón de su valiente relato.