La Ciudad

Una historia de resiliencia: con sus 88 años Norma contagia de energía la colonia de adultos mayores

Es la de mayor edad dentro del grupo. Llegó desde Marcos Paz, Buenos Aires, luego del fallecimiento de su esposo, hace poco más de seis meses. “Todo el mundo me quiere y tengo una alegría muy grande”, cuenta.

“Me parece que en cualquier momento me voy para arriba”, dice Norma y suelta una carcajada amplia, cuando un compañero de la colonia de adultos mayores le comenta que se va a hacer famosa. Con 88 años, ella es la de mayor edad del grupo que asiste cada martes y jueves al polideportivo de Villa Flores. Vive en Roldán desde mediados del 2022 y, desde entonces, no ha parado de cosechar nuevas amistades. “Le caigo simpática a la gente, no sé porqué, siempre fui así”, cuenta a El Roldanense, luego de una serie de actividades que hizo en la pileta.

Norma conserva su lucidez, los recuerdos están intactos y, mientras charla en el quincho sentada en una silla de plástico, saca de su cartera una bolsa de tutucas, un paquete de obleas y una botella de agua congelada que, poco a poco, empezó a sufrir el efecto del calor. Es que, luego de hacer ejercicio en la pileta, llegó la hora de compartir un picnic con todo el grupo, entre mates, jugos y nuevos diálogos. Cada uno que pasa cerca la saluda, y ella se predispone a contar su historia sobre cómo llegó a la colonia a comienzos de este año.

“Sufrí mucho cuando falleció Roberto, mi esposo. Fueron 39 años juntos, y él fue mi primer amor. Estaba mal, me la pasaba llorando, y mi cuñada me dijo ‘no te quiero encerrada en una pieza, te anoto en la colonia’”, relata, mientras a su alrededor se despliega la merienda. “Acá me recibieron tan bien… Todo el mundo me quiere, me acompaña y tengo una alegría muy grande de estar acá. Con la buena onda que tiene la gente, te divertís seguro”, desarrolla Normita, quien dejó atrás su casa de toda la vida en Marcos Paz, Buenos Aires, para adaptarse a Roldán.

 

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Detrás de la energía que aún conserva, y de las ganas con que asiste al polideportivo, se esconde una gran historia vivida junto a Roberto. Su marido, apenas un año menor, fue su primer amor. Aunque fue necesario que ambos hagan su vida durante un puñado de años para acabar reencontrándose. “Cuando nos conocimos, yo tenía 13 y él 12. Ese era el problema. Si hubiésemos sido más grandes, ahí nomás nos poníamos de novios”, rememora. Cada uno formó su pareja y hasta se casaron son otras parejas, pero las vueltas del destino le tenían preparada una vuelta de tuerca más.

En una ocasión, cuando Norma vivía en Rosario, Roberto llegó a un hospital de la ciudad para visitar a su madre enferma. “Mi cuñada se enteró de que se había separado hacía cinco años. Entonces, ¿qué dije yo? La primera se me escapó, pero esta vez no”, describe y estalla de risa Norma, quien también se había separado unos meses antes. “Fuimos a visitar a su madre y él dijo ‘qué linda la encuentro a Normita’. Pero claro, yo había estado tres meses de vacaciones en Tanti y eso rejuvenece a cualquiera”, continúa, al tiempo que enseña unas fotos de su marido que siempre lleva consigo.

Aquel día fue un punto de inflexión para ambos, el comienzo de una nueva historia, de las casi cuatro décadas que compartieron. Pese a los problemas de salud que acarreaba, una neumonía se llevó de manera inusitada a Roberto hace poco más de seis meses, y fue en ese momento que la protagonista de esta historia aceptó la invitación de su hermano para mudarse a Roldán. “Él forma parte de los Ruraleros y organiza las carreras de bicicletas. Mi hermano es muy reservado y yo soy todo lo contrario”, expresa.

Las profesoras Pini, Carolina y Antonela se turnan para acercarse a ella y ofrecerle algo para comer o consultar si necesita algo. “Son espectaculares, muy gente, una divinidad de personas, como todos los que están acá. Pini es una de las promotoras más grandes que pueden existir de la pileta, tenes que ver cómo se mueve”, asegura y da un mordisco a la medialuna que pronto comparte con dos perros. “Una vez que salimos del agua, venimos al quincho, sacamos mate o lo que quieras tomar y comemos lo que traemos. Algunos traen galletitas, otros pizza, pan dulce, y compartimos todo en un picnic”, destaca.

El hermano de Norma la bautizó rápidamente como Roberto Carlos, ya que se hizo una gran cantidad de amigos en poco tiempo. “Te digo una cosa, la mayoría de la gente tiene problemas, pero acá se olvida de todo. No podes estar todo el día llorando, es malo para la salud y para que no lleguen otros problemas”, enfatiza, y agrega: “No solamente sucede conmigo, hay muchas chicas como yo. Soy la de mayor edad de todas las que estamos acá, por eso me quieren tanto. Mucha gente piensa que los viejos son desechables, y aquí nadie me dijo nada de eso”.

Norma recuerda la época en que fue parte del Sindicato de Amas de Casa y de la Pastoral de Salud, los días en que tenía contactos junto a las delegadas con políticos reconocidos. “A Menem le pedíamos $100, nos decía ‘votenme’ y le llenamos tres teatros con delegadas de todas las provincias. Nos hizo así”, cuenta y hace la seña del corte de manga. A día de hoy, rememora aquellas épocas como si hubieran sido ayer y dice que extraña su casa en Marcos Paz, pero se muestra convencida de haber venido a vivir a estas tierras.

Pasado un mes de haberse inscripto, se esperanza con asistir a la colonia durante todo el año. “Un muchacho, el otro día, me dijo ‘nunca pierdas esa sonrisa’, y te juro que me daban ganas de abrazarlo. Yo siempre me río de cualquier cosa”, narra. “Justo en ese momento vino alguien que dijo ‘lo que pasa es que tiene 99 años’. Pero no, nena, no me agregues 10 que bastante tengo”, cuenta y vuelve a sonreír. “Uno viene con angustia y lógicamente no me voy a olvidar de mi marido, pero aquí uno por lo menos se distrae y logra salir de esos momentos tristes”, argumenta. A su edad, Norma continúa siendo una resiliente.