Perspectivas

Mantener la mirada global

Quienes gobiernan saben que la solución a la pandemia debe buscarse “mientras” se atiende la emergencia económica.

Por: Pablo de San Román*

La presencia de la cuarentena nos ha obligado no sólo a estar “adentro”, sino a observar cómo van estableciéndose prioridades a medida que la urgencia aprieta, y que los márgenes de libertad y de acción van ajustándose mientras pasa el tiempo.

Y la primera gran dicotomía que aparece es la de los costos. La de qué costos estamos dispuestos a pagar para no sufrir los estragos del virus. Qué estamos dispuestos a resignar para que la pandemia no nos ataque y nos perturbe tan ferozmente como a otros países.

Esta dicotomía de los costos nos obliga a definir un sistema de prioridades. Nos obliga a pensar que hay cosas más importantes que otras, y que lo segundo debe esperar hasta que se supere lo primero. En términos actuales dicha creencia postularía: no resolver la economía hasta que no hayamos resuelto la pandemia.

Esta disyuntiva encierra lo que en política se conoce como juego de suma cero: si resuelvo algo, ese algo me genera costos en otro lugar. Es decir, si gano aquí, pierdo allá. Esta idea maniquea es propia de los sistemas cerrados, de los llamados ecosistemas orgánicos o de equilibrios, en los que si protejo a una parte, se resienten las demás.

Pues bien. Este parece haber sido el camino predominante tomado por el gobierno. Parece haber sido la estrategia de una serie de decisiones que ponen al gobierno (y a la sociedad) en situación de definir. Lo que llamamos punto extremo. No hay otra salida que optar. Bajo este paradigma, primero resolvemos el virus y luego la economía.

Una mirada de conjunto sería quizás más acertada. Quienes están en funciones de administración saben que las cosas no pueden ser así. Saben que si combaten la pandemia y las familias no pueden sobrevivir, el problema es general y peor. Que no es tan sencillo decidir que primero viene la pandemia y segundo la economía.

En general, las políticas de gobierno no se definen así. Por el contrario, se calcula el todo. Lo que técnicamente se llaman “externalidades positivas”. Qué sucede si hago esto, o qué sucede si hago aquello. Cuáles son las consecuencias sistémicas de mis decisiones, y qué efectos produzco.

Esta sería la forma ortodoxa (en la teoría del Estado) para resolver el problema. Es lo que indican los libros. Podríamos estar de acuerdo o no en la forma en que estas medidas se toman. La cuestión ideológica del proceso. Pero difícilmente discutiremos que las acciones públicas exigen una perspectiva global.

Resolver la pandemia no puede suponer relegar la economía. No puede suponer postergar los efectos que una crisis económica puede causar en la inversión y en la capacidad adquisitiva de la gente. Porque al problema de la pandemia puede sumarse otro de profunda gravedad “también”.

Quienes gobiernan saben que la solución a la pandemia debe buscarse “mientras” se atiende la emergencia económica. Son simultáneos los procesos. Solucionar la pandemia no puede suponer resignar la economía. Supone arbitrar medios para que una y otra sean abordadas en igualdad de plano.

Pensar dicotómicamente puede ser, a mi criterio, un error. Suponer que el control epidemiológico puede ser tan políticamente importante como para hacer esperar a la economía sería un error. La protección epidemiológica debe “incluir” el problema de la economía. No supeditarlo. Esto lo saben muy bien quienes tienen que administrar pequeñas ciudades o municipios donde las urgencias se viven dramáticamente.

La solución puede venir, como decíamos, de un enfoque global. De pensar “todo” el problema y generar respuestas en esa escala. Si convocamos a un gabinete de expertos en epidemias, debemos reunir a un gabinete de expertos en asistencia social y economía. Ambos serán igualmente urgentes si la mirada particular no se impone sobre la general.

*Licenciado en Relaciones Internacionales por la Universidad Nacional de Rosario (Argentina), Master en Estudios Políticos Latinoamericanos por la Universidad de Liverpool (Inglaterra) y obtuvo su Doctorado en América Latina Contemporánea por la Universidad Complutense de Madrid (España). Sus investigaciones se orientan hacia el estudio de instituciones políticas y desarrollo, especialmente en el Instituto de Estudios Latinoamericanos de la Universidad de Alcalá (España).