La Ciudad

Se enamoró de España en sus vacaciones, hoy vive en Catalunya y sueña con seguir recorriendo

#RoldanensesxelMundo Valeria encontró su hogar a 100 kilómetros de Barcelona. En su momento, sintió que su trabajo no era valorado aquí y cruzó el charco. Hoy vive con su pareja y se esperanza en construir un futuro para sus hijos.

Valeria llegó a España en plena pandemia, allá por inicios de marzo de 2020. Eran días de incertidumbre, la mayoría de los locales estaban cerrados y se le hizo difícil hallar un lugar para alquilar. Residía en la casa de unos parientes en Valencia, el destino en el que pensaba quedarse, pero no dudó cuando apareció una oportunidad inmejorable del otro lado. Hoy vive en Vilaseca, provincia de Tarragona, a 100 kilómetros de Barcelona. Y la suerte le cambió una vez que hizo pie en Catalunya.Allí no tuvo demasiados requisitos para el alquiler y rápidamente encontró trabajo. “El mismo hombre es dueño de una empresa que comercializa productos cárnicos para hostelería y restaurantes. Y tuve la gran suerte de que su vendedora renunció días después de que yo llegué a instalarme. Así que me hizo un par de entrevistas y me contrató”, dice Valeria Sama a El Roldanense. En junio logró poner todos sus papeles en regla y, durante diciembre, realizó el canje de licencia de conducir. “Estoy trabajando, las cosas se fueron dando. No puedo pedir más”, expresa.Cada día, recorre más de 100 kilómetros por ciudades aledañas y, gracias a su trabajo, puede hacer turismo. Dadas las restricciones que todavía existen por la situación de pandemia, no pudo salir a recorrer y recién ahora se encuentra construyendo nuevos vínculos. “Sí estuve en Tortosa, Mora del Ebro, Roda de Bara, Salou, Cambrils, toda la costa dorada. Mucho mar y montaña. Tarragona es una provincia muy parecida a Córdoba en paisajes”, cuenta.De España se había enamorado en 2019, cuando viajó por vacaciones y quedó tan encantada que, al volver, bajó llorando del avión. Se desplazó por Valencia, Madrid, Alicante, Castellón, Tarragona, Barcelona, Teruel  y hasta se dio el gusto de ir a Italia para visitar a una amiga en Milán. En aquella ocasión, viajó sola y quedó hipnotizada; pensó en volver y logró su cometido junto a su pareja, un entrerriano con quien compartía su trabajo de remisera en Roldán. “Preparé mi partida durante todo el 2019 y en marzo de 2020 me vine”, señala Valeria.No obstante, el motivo de la mudanza no estuvo encarnado solamente en aquella seducción que le generó Europa, sino que creía que su trabajo no estaba siendo recompensado en Argentina. “Todo el esfuerzo y el trabajo que yo había hecho no eras valorados, siempre la misma historia con la economía, la política y la inseguridad -relata y continúa-. Aquí me sentí segura y llena de posibilidades. Podés dormir tranquila, más allá de que hay cosas malas como en todos lados. De hecho, ya me han robado”.Si bien no lo tiene decidido totalmente, su objetivo es asentarse en Vilaseca, una localidad que la cautiva. “Es una ciudad de 25.000 habitantes, con un casco antiguo (castillo), y alrededor encontrás la modernidad. De Tarragona destaco la infraestructura y el aprovechamiento de los espacios, tanto los urbanos como los rústicos o regadíos, como le dicen aquí a los campos. No hay un solo espacio que no sea aprovechado”, describe, y subraya que es hermoso ver los árboles frutales florecidos en estos días.La forma de hablar de Valeria está impregnada por modismos españoles, acaso como resultado de su trabajo. Dice que la mayoría de la gente está luchando porque la lengua catalana sea la oficial en la zona, pero eso no ha sido un gran impedimento para ella. “La gente es muy abierta y, al haber tantos extranjeros, se hablan muchos idiomas. De alguna u otra manera, todos nos hacemos entender”, expresa. Además, señala que, más allá de que puede comunicarse en castellano, muchas palabras que utilizamos aquí tienen un significado distinto allá. En Vilaseca y alrededores se encontró con una comunidad enorme de inmigrantes, de distintas partes del globo. Hay una minoría de argentinos, otros uruguayos, pero la región es variopinta. “Aquí hay muchísimos musulmanes, árabes, marroquíes. Muchos de los dueños de mercados son pakistaníes, además de las cadenas españolas, francesas o alemanas. También hay muchos chinos que se dedican al bazar, mientras otros tienen restaurantes o locales de venta de ropa”, narra en tanto traza una pintura de lo que puede ver en las calles.Actualmente, está alejada de sus hijos y hay días en que se bajonea cuando piensa en el contexto de coronavirus de un lado y otro del océano. Pero, en paralelo, piensa que está ayudando a construir un futuro mejor para ellos. “Si Argentina sigue así, creo que la poca juventud emprendedora y con un poco de cabeza va a terminar queriéndose ir. Con mi experiencia personal, le estaría facilitando a ellos las posibilidades que puedan tener aquí”, manifiesta. Su hijo está por recibirse de licenciado en Ciencias Políticas y es aficionado a la escritura, mientras que su hija estudia la licenciatura en Ciencias de la Educación.Más allá de que junto a su pareja no han podido salir demasiado y están conociendo nuevas amistades, Valeria alterna su trabajo con actividades en la pileta pública y observa que muchas personas hacen senderismo o ciclismo por el pueblo. Durante el próximo mes, se abocará a una formación profesional de carnicería para conocer más sobre lo que vende. Por su lado, él es técnico en informática y aún no tiene trabajo estable. “Acá pocas cosas se reparan, todo tiran y compran nuevo, así que le ha costado encontrar trabajo de lo suyo”, dice la roldanense.La vida en Catalunya le resulta cercana y cada día está más cómoda, con paisajes de ensueño. Igualmente, dice que hay tradiciones que son diferentes. “La mayoría de los trabajadores tiene un corte para almorzar a las 10:30 horas. Si la pandemia lo permitiese, a esa hora se llenan los bares de gente de fábricas y oficinas. Comen su bocata con café, caña, cervecita, con su carajillo. A las 11, vuelta al trabajo”. En la misma sintonía, explica que el día de Reyes Magos es una celebración mayor que la Navidad allí, y que el día de año nuevo se celebra por todo lo alto.A sus 40 años, Valeria vive con mayores certezas que antaño. Tiene el sueño de seguir recorriendo países cuando la situación lo permita, y dice que volverá a Roldán. Siempre trabajó por su cuenta, tuvo dos minimercados, fue repartidora a comisión de una empresa rosarina de alimentos, hizo ropa deportiva con sublimación y hasta tuvo su remis. Hoy, son otros tiempos y ya se imagina asentada en Vilaseca, un lugar al que llegó de repente pero que ya siente propio.