La Ciudad

Cansado de la rutina diaria, apostó por radicarse en Europa y hoy vive en Barcelona

#RoldanensesPorElMundo Bruno estuvo un mes y medio en Italia y actualmente reside en España. Consiguió trabajo y se cultiva conociendo nuevas personas y experiencias.

Por: Nicolás Galliari

El impulso de Bruno fue humano. Sentía que la rutina lo estaba agobiando, que los días eran casi todos iguales, y salió de la zona de confort para explorar nuevos horizontes. Quería conocer otras culturas, nuevas personas y lugares que le abran la mente y le permitan algo de imprevisibilidad. Buscaba que el ritmo de la vida se altere y no sea tan planificado, por eso viajó a Europa a mediados del 2020 para redescubrirse y juntar nuevas experiencias. 

“Yo tenía trabajo, me iba bien económicamente y no tenía problemas. Mi motor fue personal, no fue algo de decir ‘este país se va a la mierda’. Quería expandirme”, cuenta a El Roldanense. Su viaje se vio obstruido por la pandemia en un primer momento. Había renunciado a su trabajo y dejado el departamento en el que vivía en Rosario. Volvió a la casa de su madre e imaginó, como tantos, que la cuarentena duraría dos semanas o tres. A los cuatro meses, su avión despegó.

El plan original era viajar a Barcelona, su lugar de residencia actual, pero los obstáculos del coronavirus lo obligaron a buscar otro destino pasajero. Gracias a tener la ciudadanía, desembarcó en Italia en casa de un amigo argentino que estaba realizando los trámites para el mismo documento. Allí disfrutó de unas mini-vacaciones, asegura Bruno; conoció lugares y viajó para, de alguna manera, prepararse de cara al siguiente paso.

Su nuevo hogar distaba a 40 minutos de Roma, la capital del país de la bota. Conoció el Coliseo, la Fontana Di Trevi y la Ciudad del Vaticano. Además, debido al contexto actual disfrutó de una experiencia única, la de conocer casi en soledad destinos turísticos que atraen a miles de personas. “La gente de allí me explicaba que Roma nunca estuvo así, con tan poca gente. Uno podía disfrutar de manera especial, de una forma que no mucha gente pudo ver”, explica, y dice que le gustaría volver “con el turismo a pleno”.

Roma lo impactó, estaba viendo de cerca lugares que lo habían llamado mediante documentales o programas de televisión. “Siempre tenemos sueños y lugares por conocer. Lo que tiene esta ciudad es que, donde vayas, hay un pedazo de historia. Si bien lo más conocido es el Coliseo, hay un montón de estructuras muy antiguas. Podes ir caminando por la calle y ver un subsuelo a suelo abierto de estructuras romanas”, rememora. Pudo conocer otras metrópolis como Milán, Turín o visitar Venecia, pero en su momento optó por cuidar los ahorros.

Poco a poco, se acostumbró a caminar de noche sin temor a que le roben o ser asaltado. “La verdad es que, una vez que te acostumbras, te relajas. Al principio cuesta un montón. Te cambia mucho, andar sin miedo a cualquier hora por la calle es una experiencia que tenés que vivir. Me lo habían contado pero, cuando lo vivís, decís ‘ah, esta es la sensación’. Es increíble”, relata.

Lejos de quedarse con los sitios más renombrados, Bruno conoció localidades más chicas que tienen su propio encanto. “Hay muchos pueblos de 10 mil o 20 mil habitantes, es todo montañoso, y conocerlos es fantástico. Es más, se lo recomiendo a cualquiera que visite Italia”, aconseja. Incluso, no se quedó con eso sino que, junto a un amigo y su novia, viajaron a la vendimia en el sur de Francia. “Fue una idea que salió buscando por internet. Estuvimos siete días, una experiencia muy loca. Es algo que nunca había hecho, con gente de todo el mundo. Todos los años se hace la recolección de uvas”, cuenta y recuerda que pararon en la casa de una familia que trabaja en el rubro desde hace mucho tiempo.

Una vez terminada la experiencia italiana, llegó el momento de cumplir con el plan original. Viajó a Barcelona y hoy vive a dos cuadras del Arco del Triunfo, en una de las avenidas principales de la ciudad española. Allí alquila una habitación en un edificio que comparte con colombianos, brasileños y vietnamitas, entre otros. Cuenta con su propio espacio, pero también entre todos comparten lugares comunes como la cocina, una sala de estar o los baños. “Es una experiencia nueva”, relata el roldanense que sigue haciendo camino al andar.

“Salen tremendas charlas con ellos. Me sorprendió mucho todo lo que tenemos en común con Vietnam. Uno dice ‘deben ser totalmente distintos’ y, si bien hay algunas costumbres que cambian, la forma de organizarse que tiene la sociedad, cómo se divierten los adolescentes o qué comen, es muy similar. Uno cree que hay una distancia muy grande y la verdad es que no”, expresa, y recuerda el día en que el propio asiático le dijo que también le gustaba la música trap en español. “Siempre surgen charlas interesantes, es muy loco”.

Ya asentado, cuenta que vive el día a día e intenta no planificar nada. De hecho, en una entrevista de trabajo le consultaron cómo se ve de acá a cinco años, aunque manifestó que le es imposible saberlo. “Saber qué iba a pasar cada día no me hacía feliz, realmente. Acá todos los días te pasa algo distinto, conoces a alguien nuevo, hay una nueva oportunidad”. Precisamente por esto último es que consiguió el trabajo actual, y se dio casi de manera fortuita.

“En este momento estoy trabajando con Miguel, un argentino de Mar del Plata que vive acá hace 18 años. Hace todo lo que es construcción en seco, por lo que siempre necesita alguien para pintar, hacer trabajos de electricidad u otras cosas”, señala, y rememora el día en que lo conoció. “Estaba  laburando en una oficina de teleoperador, como un call center. Un día tuve un break, bajé a fumar un pucho y nos pusimos a charlar en el ascensor. Después de que renuncié a ese trabajo, que es algo que no me gusta, me comuniqué con él y me dio un montón de trabajo”, subraya.

De cualquier manera, Bruno sigue buscando una ocupación que esté relacionada con aquello que estudió, algo que tenga que ver con contabilidad o administración de empresas. Igualmente, dice que su trabajo actual le permite un buen ingreso. “Lo bueno es que acá este trabajo se paga muy bien. Se gana más dinero que trabajando en una oficina o haciendo otra cosa”, se entusiasma y dice que lo aprendido en la escuela técnica de Roldán le sirvió sobremanera. También, haber trabajado en fábricas o por su cuenta.

Hoy, no descarta volver a Italia y visitar los lugares que en su momento no pudo. O poner primera y tomar otro rumbo. Asegura que la accesibilidad de los pasajes en avión le permite ilusionarse con seguir viajando, pero en paralelo le llevó tiempo adaptarse a la dimensión del dinero. “Un vuelo a Roma sale 20 euros y a veces están en oferta por mucha menos plata. Te cuesta entender porque a veces salís a comer bien y te gastas 15 euros -expresa Bruno-. Hay una gran cantidad de opciones con la misma cantidad de plata”.

Pasado más de un semestre desde que arribó a Europa, está cada día más cómodo y cerca de encontrar una estabilidad. Hace poco tiempo llegó su hermano menor, que no vive en el mismo barrio sino en Barceloneta, pero eso les permite estar cerca. Vive con las restricciones propias de la tercera ola del coronavirus en España, hace reuniones con pocos amigos y disfruta de nuevas experiencias. Bruno ya tiene pensado sus pasos inminentes, pero también apuesta por la sorpresa de lo desconocido: “De visita, voy a volver seguro a Roldán. Se extraña mucho, aunque nunca sabes qué situaciones te presenta la vida”.