La Ciudad

Transformó días de angustia y noches de insomnio en una historia que pronto se convertirá en libro

María Eugenia escribía cada noche para escapar a la angustia de no saber qué pasaría con su trabajo. Su obra se transformó en una novela romántica que en unos meses verá la luz.

Eran días de angustia y noches de insomnio. La pandemia había obligado a cerrar el jardín maternal y su futuro laboral estaba en el limbo, allá por los primeros meses de cuarentena. Durante aquellas noches en las que pensaba y se rascaba la cabeza para definir cómo seguir, imaginó una historia. Prendió la computadora y empezó a escribir, haciendo del teclado y la pantalla una válvula de escape de lo cotidiano. Se sumergía en una experiencia nueva. Siempre le había gustado escribir, pero esta vez iba más allá.

María Eugenia Hag pensó en un cuento como primera expresión de lo que escribía, aunque pronto acumuló madrugadas dándole rienda suelta a la creatividad. Lo que en un principio era un modo de construir otra realidad, una paralela a los sinsabores diarios de un mundo en pausa, se transformó en una novela romántica que está pronta a ser publicada. En su momento optó por abrir su relato, pero solo lo hizo con su hermana, para saber qué pensaba sobre los primeros capítulos. La respuesta la sorprendió, ella le decía que no espere más para publicarlo.

“Cuando me di cuenta, ya tenía un capítulo, y así todas las noches escribía una parte”, cuenta a El Roldanense, recordando aquellos momentos en que dejaba atrás la desesperación por ya no cobrar su sueldo y hallaba una forma de reinventarse. “Un día, se lo mandé por mail a mi hermana, ya que ella vive en Rosario y no nos podíamos ver. Le dije ‘fijate qué te parece’ y ella, que es muy empoderada, me dijo que me apure, que quería conocer el final, la historia y ver qué pasaba con los protagonistas”. Ese fue el punto de inflexión, y en diciembre puso el punto final a la historia.

El proceso para llegar a su primera obra comenzó hace tiempo, cuando era una niña a la que nunca le gustó tanto mirar televisión como leer. Hoy en día, sigue con las mismas preferencias, asegura. “En una de esas noches de insomnio, de preocupación por ver cómo seguíamos adelante, encontré un cuaderno de cuando era chica. Siempre escribía, siempre me gustó leer. Leía cuentos y después empecé a leer novelas para mi edad”, dice. “Sentía que me sumergía dentro de un mundo que me transportaba. Cuando conocí a mi actual marido, le escribía poemas en un cuaderno que, luego de que me casé, se lo regalé”, recuerda.

Aquella adolescente que se sumergía en el libro que leía y se dejaba atrapar por la trama, derivó en la mujer que intentó originar esa aventura. “Pasé de ser una espectadora de las historias que iba leyendo a ser protagonista de lo que quería que sucediera. A mí me pasa que, cuando leo una novela o historia, veo pasar las imágenes de lo que imagino”, narra sobre la génesis de sus noches de escritura.

Las emociones eran paralelas. Mientras la cuarentena se extendía y no sabía qué futuro le deparaba al jardín en el que pasaba sus días, por las noches dejaba volar su imaginación. “Fue un proceso hermoso, con muchos sentimientos encontrados. Estaba con toda la incertidumbre de lo que sucedería con mi trabajo, pero por otro lado descubría esto que me encantaba”. Y profundiza: “Tenía mucha ambivalencia en mis sentimientos. Pasaba de estar sumamente entusiasmada, sentarme en la mesa a escribir, a de golpe empezar a preocuparme, llogar y gestionar qué hacer con el jardín”.

Entre que decidió culminar la obra y tomó la decisión de que finalmente vea la luz, pasó un tiempo. Recién hace un mes se decidió, en una postura que se modificó por los consejos de amigos y de la familia. “Un día, hablando con una conocida por otra cosa, me dijo ‘atrás de los miedos, hay cosas muy lindas’. Eso me resonó, hablé con mis amigas, mi hermana y mi marido, y todos estaban de acuerdo en que debía publicarlo. Y acá estoy”, dice con entusiasmo. Se animó a abrir sus producciones, a que otros vieran lo que era capaz de hacer.

“Nunca lo hice con la intención de publicarlo, siempre fue una manera de irme de ese mundo en el que todos los días teníamos noticias malas. Y poder crear una realidad linda desde el amor, en otro lugar. La idea de publicarlo terminó surgiendo, aunque me daba mucha verguenza”, rememora. La incertidumbre de los primeros tiempos la ayudó a imaginar, pero lo demás llegó después, para poner el colofón a un escrito similar a los que a ella le gustan, “una novela romántica con encuentros y desencuentros”.

Hace relativamente poco tiempo que envió el material a una editorial de Buenos Aires, Tercero en Discordia, desde donde le recomendaron abrir una cuenta de Instagram para promocionar el lanzamiento que se acerca. El libro tiene su título, pero aún no se anima a decirlo porque restan por definir muchas cuestiones de acá a los próximos meses, entre ellas la denominación de la historia, la parte gráfica y la tapa. Sin embargo, la escritora roldanense asegura que se entiende muy bien con la editora, y que desde el otro lado del teléfono comprenden muy bien lo que busca contar.

Hoy, existe mucho de esta mujer que se animó a escribir de aquella niña que pasaba días enteros leyendo. “Significa poder transportarme, ser partícipe. Pasar de ser espectadora cuando era niña y adolescente,  o aún hoy cuando me compro un libro, de imaginarme la historia o recorrer los lugares que atraviesa, a ser partícipe como escritora de lo que quiero que el otro vea o se transporte”, señala. 

El jardín reabrió sus puertas en diciembre, casi al mismo tiempo de cuando terminó su libro, y ya no las volvió a cerrar. Trabaja con todos los protocolos estrictos que demanda la actualidad, hace lo que más le gusta y divide su tiempo entre el trabajo y la comunicación por la edición del libro. Lo que imaginó como un pasatiempo se convirtió en algo tangible. “Todavía no caigo en que va a salir, que vaya a ser verdad y exista un libro en el que esté mi nombre y lo que yo escribí. Supongo que eso va a suceder cuando lo tenga en la mano o cuando vea el diseño de tapa”, asegura, todavía incrédula.