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Hace tan solo un mes, conocimos una felicidad que no sabíamos que existía

Aún con el paso de los años, siempre tendremos recuerdos que evocar, escenas a las que volver, la entronización de Messi como salvación. Pasaron solo 30 días, aunque quisiéramos que fuese eterno.

Por: Nicolás Galliari

Una vez bajó la espuma del primer Mundial celebrado en Medio Oriente, Doha continuó con uno de sus grandes propósitos a futuro: convertirse en la capital global del arte. Si en la capital qatarí hay museos, entre ellos aquel que cuenta la milenaria historia árabe, galerías y salas de convenciones, no son pocas las obras de artistas reconocidos en el mundo entero que reposan en el espacio público de la ciudad. Desde el pasado 18 de diciembre, el triunfo de la Selección Argentina puede erigirse como otra exhibición, una de arte abstracto.

Hace tan solo un mes, conocimos un estado de felicidad que ni siquiera sabíamos que existía. Porque hubo que iniciar la jornada laboral aquel 22 de noviembre, a las 9 de la mañana, luego del golpazo en el debut. No obstante, fue a partir de ese momento que decidimos encolumnarnos detrás de la Scaloneta, de un capitán que prometió no dejarnos tirados, del #elijocreer. La manija con que llegamos a Qatar no podía durar tan poco tiempo, pensamos casi todos al unísono en la mañana del sábado en que le ganamos a México.

Buscamos coincidencias con el ‘86. Las había, y pronto llegarían otras. Clasificamos primeros de grupo, el equipo se reencontró con las formas que tanto había cultivado. La ilusión fue en ascenso y, a medida que la competencia llegó a sus momentos cúlmine, pensamos que esta vez sí, que en esta oportunidad se podría dar. Y mira si llega a ocurrir, pensábamos, sin completar la frase. Aunque muchos reprimíamos ese pensamiento, primero porque era una sensación futurista demasiado grande. Y también porque muchas veces nos habíamos hecho la cabeza, sin que el resultado posterior nos equilibrara.

Es que las grandes escenas que dejó la Selección en tierras árabes no podían esfumarse de la nada, como balas perdidas. La convocatoria de los 26 citados, con un video en el que Scaloni leía un papel frente a cámara como si estuviésemos viendo el anuncio de un atentado terrorista. Las atajadas de Dibu ante Australia, los penales frente a Países Bajos y Francia, sus bailes sempiternos, el “anda pallá, bobo”, el streaming del Kun con Messi y Papu que dejó tantas perlitas. Aquellos momentos debían ser parte de algo más grande.

Dentro de muchos años, podremos evocar cada recuerdo y hacer mención, cómo no, a la entronización del capitán. Porque nuestro 10 llegó a la competencia siendo el mejor del mundo, pero aún no había ganado un Mundial. Se fue de Qatar siendo el mejor del mundo, habiendo ganado un Mundial y poniendo fin a cada discusión, muchas de ellas estériles y vetustas desde hace tiempo. Siempre habrá lugar para regresar a su talento, a la asistencia a Molina, su topo gigio a Van Gaal, su inolvidable exhibición ante Croacia, el baile a Gvardiol. Su “ya está” al palco familiar.

Hay quienes dicen que el momento de éxtasis dura unos segundos, que esa sensación ya no se repite ante un acontecimiento de estas magnitudes. Sin embargo, recién llevamos un mes y planeamos celebrar este Mundial durante mucho tiempo. El regreso de la Selección trajo una comunión que anhelábamos; hubo caos, destrucción, accidentes virales, gente que subió hasta la cima del Obelisco como en una escena de Pizza, Birra, Faso, pero también una simbiosis que fue histórica. Podremos regresar a cada emoción o relato en reels de Instagram o videos de Youtube, pero ahora quisiéramos que fuese eterno. Como escribió Ariel Senosiain en La Agenda Revista, “pedimos que se pueda encapsular la felicidad”.