La Ciudad

#HistoriasLocales: el Siria, un supermercado que fue pionero en la ciudad a fines de los noventa

Ubicado en la esquina de Sarmiento y Sargento Cabral, fue el punto de encuentro de numerosas familias que hacían allí sus compras y aun perdura en la memoria colectiva. Su dueño recuerda en esta nota aquellos años de esplendor y la posterior quiebra.

Por: Nicolás Galliari

Si existiera una serie de postales roldanenses de la década del ‘90, la del supermercado Siria estaría sin lugar a dudas entre ellas. Fue el primer gran local de su tipo entre los que existieron en la ciudad, el punto de encuentro de numerosas familias que hacían allí sus compras de cada semana. Las letras rojas y el camello amarillo daban la bienvenida a un amplio negocio ubicado en la esquina de Sarmiento y Sargento Cabral. Aquel comercio de fines del siglo pasado quedó guardado en la memoria de muchos ciudadanos.

El Siria era el reflejo de una Roldán de otro tiempo, con una escena comercial que no era la actual y aún no había tenido las innumerables modificaciones que acontecieron estos años, con el crecimiento demográfico. De acuerdo a los registros, abrió sus puertas en 1995 y cerró definitivamente en 1999. Es decir, casi un lustro que alcanzó para que la marca grabara con tinta indeleble su nombre en la historia de los negocios locales. También, de esa esquina que hoy acoge una ferretería.

El nombre del supermercado tiene su razón de ser en que los abuelos paternos de William, quien era el responsable del local en la ciudad, eran oriundos de ese país asiático. Su hermano y su padre, que primeramente tenían un local al estilo granja en Rosario, dieron un salto luego de la crisis de fines de los ochenta. Formaron Siria y pronto lograron una evolución que fue clave. Siria era la cadena con mayor cantidad de comercios de la zona, ya que había 14 super, dos restaurantes y cuatro rotiserías en ciudades como  Rosario, Villa Gobernador Gálvez, Arroyo Seco, Bigand, Funes y, claro, Roldán.

Fue pionero en su rubro y logró un gran crecimiento luego de asentarse en la ciudad. “Roldán nos hizo una cosquilla muy linda, nos recibieron muy bien. Teníamos una gran afluencia”, recuerda William en diálogo con El Roldanense, a través del teléfono. “El local tenía poco más de 300 metros cuadrados y lo llevamos a casi el doble. Había una parte de depósito que se anexó al negocio. Era una actividad muy dinámica y, durante los primeros años, teníamos mucho trabajo”, dice, en un viaje al pasado.

“Los recuerdos de los primeros tiempos son excelentes. Había consumo y abastecimiento, el trabajo hacía que tengamos mucho movimiento, la gente respondía y era muy lindo”, complementa. Por entonces, los fines de semana también se acercaba mucha gente que residía en las afueras de la ciudad y no contaba con almacenes cercanos a su casa. A la vez, se hacían envíos a domicilio, algo no tan tradicional para la época, y hasta se implementó el servicio de un colectivo que hacía uno o dos viajes por semana a localidades aledañas como Luis Palacios, Carcarañá o San Jerónimo para llevar clientes.

El supermercado recibía productos de primeras marcas y, cada tanto, se hacían sorteos de bicicletas y otros elementos que agrupaban una gran cantidad de personas en la puerta del local. “Se podía encontrar carnicería de muy buena calidad, ya que eran animales propios. También, pollería, pescados, verduras, una gran variedad de vinos y producción propia de panadería”, rememora William. La planta centralizadora de confitería y panadería estaba en la esquina rosarina de Necochea y Gaboto. “Siempre se priorizó tratar de llevar la mejor calidad al mejor precio, ese fue nuestro principio, la excelencia”, describe.

Así como la cadena tenía una gran cantidad de locales, en la intersección de Ovidio Lagos y Fragata Sarmiento funcionaba el depósito central desde donde partía el abastecimiento a cada espacio. En Roldán, los primeros años del Siria fueron óptimos. “Es innumerable la cantidad de buena gente que me he cruzado por aquellos tiempos, sería larga la lista y los recuerdos son muy buenos”, declara el entrevistado. Y recuerda con aprecio a alguien en particular, el español Enrique Morras, quien tenía un bazar a pocos metros del local y en su momento le regaló una mesita de madera hecha por él.

Había más de 500 empleados en la cadena, y el plantel de trabajadores local estaba formado por 16 personas. Sin embargo, aquel andar a velocidad de crucero encontró un freno por la inestabilidad del país que tuvo su corolario en la crisis del 2001. “Argentina tiene esos vaivenes de economía y fuimos otra de las cadenas que lamentablemente fundimos”, señala William. “Era una época en la que cada vez había menos trabajo. Por ejemplo, me acuerdo de que al poco tiempo de inaugurar vendía 60 media reses por semana, y allá por el ‘98/’99 eran 15”, añade.

En palabras de William, tales sucesos derivaron en que muchas marcas nacionales sucumbieron, en tanto las firmas extranjeras hallaron una ventaja. “Prácticamente, por esos años también desaparecieron Los Tigres, Reina Elena, el Mega, Olivia y tantos más de Rosario y la región. Fue tremendo”, manifiesta. Tras la quiebra, prefirió alejarse del rubro. “Fue bastante triste. Se trabajó muchísimo para tratar de sacarla adelante y seguir, pero fue imposible realmente”, dice, con una voz algo quebrada que trasciende la línea del celular.

“Dejamos mucho en el supermercado, incluso a nivel familiar. Después, uno piensa si semejante sacrificio…”, asegura sin completar la frase, dando a entender la desazón que significó la clausura del negocio. “Sin embargo, son enseñanzas de vida como todos los tragos amargos. Siempre digo que no te pueden dar la experiencia, es algo que tenes que vivir”, puntualiza. De todas formas, aún prefiere evitar la visita a los supermercados, casi como una esquirla que le quedó de aquellos tiempos. “Los rechazo, qué sé yo, cada loco con su tema”, expresa y ríe.

Enseguida afloran los buenos recuerdos de esos años. “Mi hijo iba al super de chiquito. Tenía dos o tres años. Yo tenía un reproductor de música y le había puesto un micrófono. Estaban de moda Chayanne, Luis Miguel, y él se ponía a cantar. Le gustaba mucho venir”, cuenta. Su hija nació en 2001, por lo que lógicamente no conoció el trabajo familiar en torno al supermercado. “Al buscar fotos para enviar, le estuve mostrando cómo era el Siria”, narra Williams.

Aún conserva algunos elementos que había en el negocio y, en paralelo, se asume como muy nostálgico en cuanto a cuidar y conservar recuerdos. “En mi casa de Rosario, iluminaba con reflectores del supermercado. Los saqué hace solo un mes”, especifica. “Aún tengo las bandejas de acero inoxidable de la carnicería, así como guardamos algunos pocillos con el nombre de Siria que había en los restaurantes”, detalla. Entre esos objetos, también hay algún que otro obsequio de Morras, con quien tejió una gran amistad.

El viaje a Siria figuró más de una vez en los planes, pero hasta el momento no pudo concretarse. “Cuando quise hacerlo, había muchos problemas en esa zona, con una realidad muy conflictiva”, lamenta William, quien no pudo conocer a su abuelo, pero cuenta con simpatía que su abuela fue feliz cuando se enteró del nombre del negocio. “Ahora las conexiones son distintas, pero ella para viajar desde allá hasta acá tardó dos meses”, señala. Visitar esas tierras es una cuenta pendiente para conocer sus orígenes. Igualmente, aquel camello amarillo fue un buen homenaje que aún se recuerda aquí.