La Ciudad

Exalumnos de la San José Obrero ponen manos a la obra y amplían la escuela

Están levantando un entrepiso que le permitirá aumentar mucho la capacidad de trabajo del taller y hasta la General Motors respalda la iniciativa que, hace más de 30 años, había imaginado el padre Oldani.

Raúl Coronel se permite mirar en retrospectiva. Toma una línea histórica imaginaria y viaja hasta 1983, cuando se inauguró el taller de la escuela San José Obrero por el trabajo del padre Jorge Oldani. Fue un evento multitudinario al que acudieron autoridades locales y provinciales, como el gobernador. Se trasladaron las máquinas desde la escuela, a unos pocos pasos, y al año siguiente el edificio ya estaba operativo. Pero la idea original contaba con una idea que recién hoy se pone en práctica, de parte de un grupo de exalumnos que dio el puntapié. 

“Estamos muy orgullosos de nuestro espacio. El caballito de batalla de la escuela secundaria es el taller”, dice Raúl, director provisional, a El Roldanense. Hace 26 años que volvió a la escuela, tiempo después de haber sido uno de los egresados, y ya no la abandonó. “La idea original por entonces era lo que se está haciendo ahora, poder hacer un entretecho. Por suerte, la pudimos concretar este año”, dice mientras contempla la obra y se prepara a dejar todo dispuesto para la tarde, cuando vuelvan las clases presenciales.

Así como sucede con él, el taller y su desarrollo son llevados adelante por egresados de la escuela, algunos históricos, otros que se sumaron hace poco. “Por este taller han pasado muchísimos jóvenes de la ciudad. Siempre tratamos de lograr un objetivo, que cuando un chico termina sexto año, se vaya con un oficio. Y aquel que quiera seguir una carrera universitaria o terciaria, también lo puede hacer”, describe, antes de sumergirse en los pormenores de la iniciativa.

Oldani plantó la semilla y, actualmente, Coronel se encarga de realzar el legado de aquel hombre trascendental en la ciudad, de cuyo fallecimiento se cumplieron 24 años la pasada semana. Actualmente, el entretecho aumentará sobremanera el espacio disponible del taller, ya que se podrán hacer unas seis aulas nuevas. Además, se trasladarán desde la planta baja el laboratorio y la sala de computación. A día de hoy, las obras están incompletas, pero el primer paso fue dado y tanto los docentes de la escuela como del taller trabajaron hasta en vacaciones de invierno para avanzar.

“Somos el equipo directivo y los docentes. No hay comisión, estamos todos para dar una mano. La escuela no recibe aportes del Estado. Cobramos una cuota de $400 que la paga el 30% de los alumnos. Tratamos de generar nuestros propios recursos con rifas, ventas y pedidos”, cuenta, y agrega que la realización de este tipo de eventos fue difícil por la pandemia. “Pero nunca nos quedamos quietos, siempre tratamos de gestionar para llevar esto adelante. Tenemos muy buena gente que siempre nos da una mano”.

Así como el plan avanza sin prisa pero sin pausa, él asegura que no es hora de escatimar el trabajo. “El tema ahora es no dormirse en los laureles. Por ahí uno quiere descansar un poco, pero no, hay que seguir. Empezamos las clases y tenemos proyectadas las dos escaleras y rejas”, señala. Incluso, se aventura con la salida laboral que significa el aprendizaje en estos talleres de la escuela. “Tenemos secciones de soldadura, carpintería, electricidad, mecanizado, automatización y computación. Los chicos vienen exclusivamente a practicar, aparte de las clases teóricas”.

Conjuntamente, el director destaca la ayuda externa que recibe la escuela desde hace tiempo, ya sea de personas comunes, empresas de la ciudad y hasta la Municipalidad. Por ejemplo, una empresa de distribución arma cada año una caja con insumos básicos como cables, electrodos, herramientas de mano, pinzas o alicates. También, la General Motors tiene trabajadores que son ex alumnos de la escuela y envía material que en su momento descartan pero tiene un enorme significado para el instituto. Igualmente, no queda solamente en eso, ya que de GM donaron hasta un robot que ya está operativo en sus funciones y le enseñan a los docentes sobre cómo utilizarlo.

La necesidad, no obstante, muchas veces es mutua. En diversas ocasiones, el taller de la escuela San José Obrero trabaja a demanda con lo que solicitan clubes o empresas, y recibe a cambio dinero o herramientas. “Estamos abiertos a la comunidad para cualquier persona que necesite hacer trabajos de tornería, soldadura o demás. Siempre estamos dispuestos. Nosotros necesitamos y otros necesitan, por lo que nos damos una mano mutuamente”, dice Coronel. 

Más de 35 años después, el propósito primario de Oldani se transforma en realidad mediante ex alumnos que absorbieron las enseñanzas del colegio y en la actualidad retribuyen lo recibido. El proyecto data de muchísimos años, pero una vez que pusieron primera, la ilusión por verlo hecho realidad no tiene fin.