La Ciudad

Natalia y Paulina: madre e hija con el arte como motor

Ambas comparten sus horas entre mosaiquismo, pintura, azulejos y papel. Tienen la misma pasión y hacen crecer su emprendimiento.

Por: Nicolás Galliari

Una mesa amplia de trabajo, pinceles, insumos de mosaiquismo, azulejos, bandejas hechas con papel. Flores pintadas sobre las paredes, frases pegadas sobre ventanas y el mostrador. Sobre un lado, una obra en plena producción descansa para ser finalizada más adelante, y del otro se ubican veladores, cajas, fuentes y hasta elementos pequeños de decoración. Son todas producciones propias. Es el lugar donde Natalia Kurriger y Paulina Fisher, madre e hija, comparten su pasión por el arte. Desde el mosaico veneciano hasta la cerámica, pasando por la cestería china. Un local que abrieron el pasado 20 de junio y en el que trabajan en conjunto.

“Nos emociona porque compartimos tiempo juntas y vamos pensando a ver qué podemos hacer. Nunca le tuvimos miedo a qué va a pasar más adelante. Paulina es una persona muy capaz, se podría desenvolver bien en cualquier trabajo”, dice Natalia a El Roldanense sobre su hija, que es no vidente. Anteriormente, donde hoy funciona el local también se daban cursos de la materia, aunque el contexto actual obliga a dejar de lado las clases por tiempo indeterminado.

El inicio del taller que hoy tiene razón de ser en la esquina de calle Gálvez y San Lorenzo retrotrae a ambas a los días en que Natalia debía aguardar a que su hija saliera de la escuela, por calle Mendoza en Rosario. Esperaba sentada sobre una hamaca y vio un trabajo realizado sobre las paredes del colegio. Estaba hecho con pedacitos de espejo y mosaico veneciano, junto a palabras como amor, paz, felicidad y mariposas hechas con azulejos. Consultó y le dijeron que la obra había sido realizada por los chicos de la escuela. Y ese fue el punto de partida.

Buscó en Google cómo aprender. Aún desconocía el concepto de mosaiquismo, una palabra que, después de nueve años de aquel día, hoy resume su gran pasión. Realizó cursos y fue sumando conocimientos. “Descubrí que uno no necesita una habilidad puntual para hacer algo. En este caso, ellos no necesitaron los ojos para hacer un trabajo”, cuenta sobre aquel paredón que la atrapó. Con el tiempo, colaboró con varias producciones en Roldán; por ejemplo, la capillita de la virgen contigua a la iglesia y el banquito de al lado, la fuente que se encuentra en la plaza de enfrente y la rotonda del barrio Los Olmos. En espacios públicos, trabajó con Susana Abo-Hamed y los Sacco, la familia de escultores.

El mosaiquismo fue una gran terapia para Natalia, en el proceso de crecimiento de Paulina. “Cuando uno pasa las cosas que en algún momento me pasaron a mí, en el sentido de tener un hijo con tratamiento oncológico y la pérdida de su visión, es como que ir a un psicólogo no es lo que uno puede llegar a necesitar”, expresa. A su vez, explica que es como un rompecabezas, y que no ha encontrado en ninguna otra cosa lo que le genera trabajar con venecitas o azulejos. “Es una terapia infinita, jamás dejé de hacerlo”, suma.

Por su parte, Paulina señala que conoce todo el área de mosaiquismo y hoy se encarga de gran parte del local, pero su área no es exactamente esa. “Me gusta mucho todo tipo de arte. O sea, hago cualquier cosa que me entretenga”. En plena cuarentena, dedicó gran parte de su tiempo a hacer bandejas con tubitos de papel que luego pintó, dentro de una disciplina conocida como cestería china. Durante este año, iba a comenzar sus estudios de profesorado de música, una carrera que lleva seis años y se pospuso ya que obliga a clases presenciales. “No me veo como profe, pero soy música de toda la vida y quiero ejercer de otra manera”, dice.

Actualmente, el lugar que comparten y pasan sus horas abre por las tardes, de 17 a 20 horas. El microemprendimiento nació a través de un proyecto de Nación denominado Progresar, o Programa de Empleo Independiente (PEI). Paulina se anotó mediante la municipalidad, hizo el curso preliminar y, entre ambas, aprendieron las cuestiones empresariales necesarias. “Ella me dijo ‘si vos tenes un local para dar clases, ¿por qué yo no vendo insumos?’. Salió adjudicada e hicimos lo que habíamos planteado. Presentamos el proyecto y se dio”, argumenta Natalia.

Todavía no han hecho producciones en conjunto, pero lo proyectan para el futuro. Ambas dicen tener caracteres muy similares, lo que produce sus choques, aunque también genera la simbiosis existente entre madre e hija. “Hablamos más, es fácil trabajar así. Hacía un montón de tiempo que estaba buscando un trabajo”, describe Paulina, mientras su mamá va en la misma sintonía: “Disfruto su tiempo acá. Ahora es mejor, en otra instancia, con otras cosas. Disfrutamos este momento”. 

El mosaiquismo es un arte, aceptan. Pero, en paralelo, Natalia manifiesta que le gusta que se vean detalles o mínimos defectos. Allí encuentra lo artesanal, lo que marca la diferencia. En su momento, estudió el profesorado de vocalización, pero nunca había encontrado lo que realmente le atraía. Hoy, trabaja en la Municipalidad, mientras busca darle cada vez más recursos a su taller y local. Es por eso que buscan fabricar su propia materia prima y dejar de comprar a las casas de Rosario.

“Tenemos que instalar un horno eléctrico. Sale $150.000, no es barato, pero estamos viendo de hacerlo para fabricar nuestras propias piezas y dejar de comprar”, expresa sobre un rubro que buscan encarar como emprendimiento familiar en la producción de azulejos. También, referencia la idea de hacer un lugar exclusivo. Según cuenta, en Roldán no hay un local similar que venda insumos, y en Rosario no hay ningún negocio que venda elementos de mosaiquismo, azulejos y venecitas en conjunto. 

Un gran objetivo es incrementar el negocio que construyeron entre ambas, pero en ese transcurso comparten horas de arte. Mosaico veneciano, cerámica, pintura y papel, entre otros, ocupan sus horas. “Es algo que nos relaciona un montón”, subraya Natalia. “Me hace sentir más segura, y estando en mi casa es mejor. Me puedo desenvolver bien”, devuelve Paulina. Se unen a través del arte. “Armamos todo este quilombo entre las dos”, dicen mientras ríen. Y posan para la foto.