La Región

La historia de vida del candidato a Senador que llegó a las páginas de La Nación

El diario publicó el pasado viernes una extensa nota en su sección Grandes Esperanzas en la que da cuenta del episodio que le cambió la vida para siempre a Ramón Soqués y cómo se acercó a participar en política.

Foto: La Nación

A los dieciséis años, Ramón Pedro Soques sintió que se había convertido en un viejo, no porque le aparecieran canas en su pelo o arrugas en su rostro, sino porque había adquirido una experiencia ajena a otros jóvenes de su edad.

Oriundo de Carcarañá, Santa Fe, se crió en una familia conformada por su papá, su mamá y una hermana mayor. Antes del impactante suceso que le cambiaría la vida, Ramón se había caracterizado por ser un incansable emprendedor y un voluntario entusiasta. Desde muy joven, había desarrollado actividades sociales en escuelas, clubes y en cualquier otro ámbito que se enfocara en lo colectivo y en los más vulnerables. En su interior había comenzado a crecer una inquietud hacia el mundo de la política, que todavía no podía emerger.

Lo que Ramón jamás hubiera podido imaginar es que le tocaría estar del lado de los vulnerables. En plena adolescencia, una que creía invencible, tuvo un accidente mientras jugaba rugby para el Club Atlético Carcarañá. «Al principio creí que iban a ser solo unos meses en muletas, otros en silla de ruedas y que luego volvería a mi vida normal», recuerda. «A esa edad creía que era un superhéroe, pero, de a poco, me fui dando cuenta de la realidad».

Se accidentó jugando rugby, sintió bronca y culpa, reinventó sus vínculos, y halló una forma de sanar. Se accidentó jugando rugby, sintió bronca y culpa, reinventó sus vínculos, y halló una forma de sanar.
Dar pelea
Al comienzo, Ramón sintió una bronca incontrolable y un sinfín de preguntas sin respuestas comenzaron a brotar en su interior. Fueron tiempos duros, apocalípticos y desesperanzados. Pero, muy de a poco, los despertares fueron mutando hasta tomar conciencia de que las cosas debían cambiar. Una mañana, decidió que era tiempo de dar pelea por su bienestar. «Cada paso que efectuaba, por pequeño que fuera, me ayudaba a valorar mucho más mi independencia», asevera.

En su nueva realidad, la dinámica familiar y la relación con sus amigos cambiaron. Viajó a Rosario junto a su madre para rehabilitarse y su padre tuvo que quedarse en su ciudad natal. En esta nueva etapa, ella cumplió un rol fundamental. «El complejo de Edipo funcionó hasta situaciones muy extremas», lanza entre risas. Sin embargo, justo cuando Ramón había comenzado a mejorar, ella tuvo que enfrentar un cáncer muy fuerte, que luego pudo superar. Aun así, él se sentía responsable. «Me generaba una culpa muy grande, porque yo creía que su enfermedad tenía que ver con toda la angustia que tuvo que absorber por mí».

Ramón y Josefina. Ramón y Josefina.
En una edad sensible, el vínculo con sus amigos fue otra experiencia que le resultó muy intensa. Tres de ellos se alejaron de él luego del accidente, pero no porque no lo quisieran, sino porque no supieron cómo enfrentar la situación al verlo en una cama o una silla de ruedas. Con un sentimiento de impotencia y pensando que le habían soltado la mano, Ramón decidió hablar con ellos: «Los encaré y les pregunté qué les pasaba conmigo», rememora. Luego de llantos y confesiones comenzaron a sanar las heridas, él los perdonó y volvieron a ser los amigos que eran.

Estudiar y amar
El fortalecimiento de sus vínculos más cercanos no fue lo único que le dio coraje para enfrentar los nuevos desafíos y a salir adelante. «Acepté lo que me pasaba cuando empecé a soñarme en silla de ruedas. Y también entendí que es importante saber pedir ayuda», reflexiona.

Después de muchos sacrificios y con una dedicación envidiable, se recibió de técnico agropecuario y de abogado en la Universidad Nacional de Rosario e inmediatamente empezó a participar en política. En 2003, fue concejal de su ciudad y, desde su cargo, pudo generar varias iniciativas vinculadas a la discapacidad, como el primer censo Municipal de Discapacidad.

Y cuando menos lo esperaba, en el 2009, llegó el amor. Conoció a Josefina y, dos años después, nació Pilar. En esos tiempos colmados de afecto, también mantuvo una vida social activa y colaboró con su club, su escuela secundaria, la Fundación Unión Argentina de Rugby y la Federación Agraria Argentina, a través de charlas de estímulo personal y superación.

Compromiso social
A raíz de sus actividades, Ramón pudo comprender a fondo las desventajas laborales y sociales de las personas con discapacidad y conocer a otra gente en situaciones similares a la suya. Compartir su historia lo sacó de su centro en el mejor de los sentidos. «Comprendí que no estaba solo, que podíamos superar esos obstáculos entre todos», asegura.

Con el correr del tiempo y rodeado de situaciones críticas, un día decidió darle un nuevo giro a su título de abogado y asesorar en forma gratuita a todo aquel que lo necesitara. Por aquellos tiempos, también se formó académicamente en Derecho Administrativo y en Comunicación Política, y fue intendente de su ciudad por la Unión Cívica Radical (UCR), el más joven de la provincia en ocupar ese cargo.

En su nuevo rol, Ramón se encontró ante un municipio devastado económicamente, sin embargo, llevó adelante muchas acciones vinculadas a personas con discapacidad. Entre ellas, la creación de la Coordinación de Políticas para Personas con Discapacidad. Desde ese espacio, compró un transporte adaptado y creó un vivero inclusivo.

Incansable en sus metas y su carrera, a principios de 2016 asumió como subsecretario de Legal y Técnica en el Ministerio de Desarrollo Social, donde colaboró con varios programas para la inclusión social. Tres años después, se sumó a la Dirección de Investigación Patrimonial para analizar y detectar delitos económicos en el Ministerio de Seguridad. Además, es uno de los 10 ganadores de la 26ta edición del Premio BIENAL de ALPI, que se entregará en agosto de este año.

Un remedio infalible
Actualmente, y después de un largo camino recorrido en los ámbitos del deporte, el derecho y la política, Ramón es un hombre sano, con ideas muy claras, seguro de sí mismo y de lo que transmite. Él cree profundamente en un instinto de superación y supervivencia inherente al ser humano. «Todos nosotros debemos buscar ese instinto y, a través de él, encontrar lo que más nos apasiona».

Ramón siente que es un hombre que nunca termina de disfrutar de sus logros, pero siempre se plantea nuevos desafíos. «Valoro mucho la vida, compartir momentos con mi hija, leer un libro, escuchar música, mirar una película, tomar un café con mamá, estar con mi mujer y poder hablar con ella de la coyuntura del día, disfrutar del sol y viajar. Pero algo que siempre me dio las fuerzas y fue mi motor es nunca perder el sentido del humor, reírse con los demás y de uno mismo», concluye y, cuando sonríe, no cabe duda de que es así.

Fuente: La Nación

Por: Carina Durn