Un viaje en el tiempo: a un año del “caso cero” en Roldán
#HistoriasEnPandemia Aurora y Roberto rememoran aquellos días en que convivieron con el virus tras un viaje al sur. Dicen que eran mirados como bichos raros por vecinos, aunque siempre contaron con mucho apoyo. Hoy, esperan por la vacuna.

A un año del “caso cero”, parece que hubiera pasado una eternidad. Aprendimos otras formas de relacionarnos y de cuidado, debimos adaptarnos a la distancia y algunos conceptos nuevos se nos hicieron cotidianos. Por eso, es necesario viajar en el tiempo y situarnos a mediados de marzo de 2020, cuando la ciudad tuvo conocimiento de los primeros casos de Covid-19. En diálogo con El Roldanense, Aurora Van Kruijssen y su esposo Roberto Ávila rememoran aquellos días y su experiencia.Habían llegado al sur del país el 11 por la mañana, en un viaje de vacaciones que realizaron con otra pareja roldanense, pero llegaron a cumplir solo un tercio de lo que tenían planeado. El primer destino fue Ushuaia y realizaron dos tours, uno en catamarán por la isla de los cormoranes y otro por el tren del fin del mundo. La Patagonia Argentina suele ser visitada por un gran número de extranjeros en épocas de turismo y, en aquel momento, no era la excepción. Pero la realidad del viaje se vio trastornada con los días.La expedición llegó a El Calafate y se encontró con los parques cerrados. El coronavirus empezaba a tomar lugar en el país, más allá de que en el viaje no existía el distanciamiento ni el cuidado con barbijo. “Estuvimos dos días discutiendo con el contingente y la empresa si volvíamos, qué hacíamos y qué nos ofrecían. El 15 decidimos volver. Íbamos a dormir por la noche en donde sería el final del viaje, Puerto Madryn. Ya nos saltábamos lugares como El Chaltén. En el viaje nos enteramos de que el hotel no nos recibía”, recuerda Aurora.El regreso a casa les demandó 48 horas, “fue terrorífico y con mucha incertidumbre”. Además de que el hotel no les abrió las puertas, muchos de los parajes en medio de la ruta no los recibían. “Llegábamos a lugares en donde estaba estipulado que podíamos pedir algo para la cena y no nos atendían. No podíamos bajar. Algunas de las estaciones de servicio te permitían ir al baño o comprarte un sándwich, otras no”, cuenta Aurora.Durante la tarde anterior a su llegada, les comunicaron que deberían hacer una cuarentena de dos semanas al arribar a casa. “Nos dijeron que un francés con quien habíamos tenido contacto era positivo de Covid. Le avisamos a mis hijos, ellos llamaron a la Municipalidad y al Hospital. Se interesaron y nos prepararon todo”, rememora. Por el momento, ninguno de los dos tenía síntomas, aunque sí comenzarían a notarlos con el paso de los días.“Venía con alergia respiratoria, pero es algo que sufro. Otra cosa no tenía. A los dos días, con la higienización de la ropa y las valijas, ya me empecé a sentir decaída. También comencé a tener fiebre. El primer hisopado me lo hicieron el 26 de marzo y dio positivo. Mi esposo tuvo síntomas menores que yo y le dio negativo”, narra Aurora. Pese a la convivencia, a Roberto sus hisopados nunca le dieron positivo, incluso uno particular que pagó para sacarse la duda. De cualquier manera, hace poco más de un mes se hizo un estudio PCR y el resultado indicó que ya estuvo en contacto con el virus y aún tiene defensas.Aurora debió ser internada un día en Rosario, por la preexistencia de comorbilidades y los días en continuado que llevaba con fiebre. Igualmente, fueron solo 24 horas y, tras unos estudios, le permitieron seguir el tratamiento en la casa. Por entonces, era la única paciente internada con esta problemática en el Sanatorio Parque. Con los días, la fiebre empezó a bajar y se sintió mejor, aunque dice que la recuperación es entre comillas. “Nuestro organismo lo sintió, ahora hacemos algo diferente en la casa y nos cansamos mucho”, expresa.Tanto Roberto como su esposa dicen que el acompañamiento del servicio de salud de Roldán fue muy bueno. “Apenas llegamos, vinieron desde el Hospital a decirnos que estaban pendientes y disponibles para cualquier cosa. La infectóloga nos llamaba todos los días, de hecho era un par de veces al principio. Hacían un seguimiento y nos daban consejos, nos decían que no pensáramos en el tema, y nosotros tratábamos de llevarlo lo mejor posible”, dice ella. Por su lado, él manifiesta su tranquilidad por haber detectado el virus a tiempo y no haber contagiado a nadie.Ambos contaron con el enorme apoyo de sus cuatro hijos, de una familia muy amplia y de amigos, pero coinciden en que eran mirados como bichos raros por los vecinos. “Venía una mamá con la criatura, me veía que estaba en el patio de mi casa y cruzaba de vereda. Había gente de un negocio que ni siquiera nos miraba, para que no la saludemos, y eso que estaban a varios metros de distancia. El terror de la gente se notó”, relata Aurora. “Éramos unos monstruos”, recuerda Roberto.No obstante, los dos se quedan con las innumerables muestras de cariño. “Un nenito que es vecino nos hacía dibujitos, después se ve que le dio verguenza, pero nos prepararon mensajes de bienvenida muy lindos. El apoyo y la oración de la gente conocida, tanto de acá como de otras ciudades, también fue muy importante”, cuentan al unísono. Aurora dice que sus creencias la ayudaron a atravesar el peor momento de la enfermedad. “Nunca tuve miedo de que fuese fatal, más allá de todos mis antecedentes. Yo soy muy creyente y me encomendé a Dios. Pienso que eso es muy positivo. El día que el Papa hizo la bendición para todo el mundo, lo vimos por televisión y fue el día que peor me había sentido. Y desde ese momento, hice el click y empecé a mejorar. Si es casualidad o no, si es mental o psicológico, o si era directamente el tiempo que había pasado, no lo sé, pero a mí me ayudó”, narra con una sonrisa.El cuidado extremo siguió con el año. Salen algún día a andar en bicicleta, en otros por lo indispensable y casi no realizan reuniones familiares. De hecho, pasó mucho tiempo hasta que volvieron a compartir el mate. Hoy, adaptados a una nueva forma de cuidarse, ya están anotados para aplicarse la vacuna y se encuentran aguardando su turno.