Perspectivas

Una agenda local posible

“En sus diversos niveles, el Estado no puede darse el lujo de parar”, analiza Pablo de San Román, doctor en Filosofía Política.

Por: Pablo de San Román (*)

En muchas ocasiones, parece que la pandemia paraliza todo. Que no hay margen para pensar en grandes aventuras o proyectos, y a veces ni tan siquiera en el día de mañana. Esto es un hecho para muchas familias que vieron limitados sus ingresos y sus actividades en un brevísimo período de tiempo.

Sin embargo, este es un apremio del que el Estado no puede darse el lujo. En sus diversos niveles, el Estado no puede darse el lujo de parar. No porque no sufra las consecuencias de la pandemia (el estrago fiscal es profundo) sino porque tiene el deber, de acuerdo a su naturaleza, de seguir trabajando. De emplear al máximo sus recursos para resolver de manera colectiva, lo que individualmente está en suspenso.

Me refiero a que no pueden resignarse los proyectos en marcha. A que, junto a la atención de la emergencia, continúen los programas que, siendo de fondo, están pensados para cuando todo pase. En ello radicará, en gran medida, la estabilidad y fortaleza que obtengamos luego de esta coyuntura.

Dicha perspectiva adquiere relevancia para el plano local. Los municipios son la primera línea de contención de las demandas, pero también los primeros en plantear un horizonte a sus vecinos. Son los primeros en presentar iniciativas que produzcan expectativas diferentes a las acostumbradas en tiempos de carencias.

Los gobiernos locales tienen mucho que trabajar en cuanto a calidad institucional, a la mejora en la utilización de sus recursos, a la modernización de sus sistemas y a la búsqueda de transparencia. Y esto es algo que no requiere gran esfuerzo económico, sino que requiere visión, compromiso y tenaz capacidad de gestión. Es algo que, sin dudas, podemos seguir haciendo.

Hay tres aspectos que pueden mencionarse como ejemplo: la descentralización de las gestiones municipales, la digitalización de los trámites burocráticos, y la transparencia en los actos de gobierno. Estos tres ejes pueden desarrollarse sin problemas, aún en la emergencia cotidiana. No es necesario trastocar críticamente los recursos para afrontar estas políticas.

Mi planteo es que, aún en la emergencia, debemos seguir progresando. Debemos ser exigentes con reivindicaciones que no dependen de erogaciones imposibles, sino de ponerse a trabajar activamente en las cosas que hacen falta.

Efectivamente, la pandemia nos tiene a todos preocupados. La falta de camas nos preocupa, al igual que la carencia de insumos y el control de la emergencia. Pero también hay una agenda paralela que debe exigirnos un poco más. Debe impulsarnos a no caer en la parálisis y, como consecuencia, en la decadencia.

Hay un gran número de herramientas que el municipio puede utilizar para responder. Hay programas orgánicos del estado nacional que permiten continuar los proyectos de fondo:

– la descentralización de la atención ciudadana
– la digitalización de impuestos, reclamos y servicios
– la reducción de los costos burocráticos
– la ampliación de las infraestructuras
– la reconversión energética

Puede creerse que, quienes están en la función pública, y más allá de la emergencia, deben seguir peleando por aquello que mejora las condiciones de vida. Que optimizan nuestra capacidad institucional y dan solución a temas que no tienen por qué paralizarse.

Mejorar la gestión, modernizar el sistema de administración, lograr mayor transparencia y hacer más eficiente la ejecución del presupuesto no son cosas que la pandemia deba paralizar. Por el contrario, debe exigirnos esfuerzo y proponernos no resignar una agenda que es fundamental.

Pensando en los gobiernos locales, hay mucho por hacer en este sentido. Son muchos los proyectos que, tanto a nivel nacional como local, pretenden mejorar la calidad institucional (el sistema de gobierno abierto es uno de ellos). No creo que deba haber excusas para omitir este compromiso. Aún en estos tiempos, donde todo parece detenerse, hay determinaciones sobre las que la pandemia no debe resultar un pretexto.

(*) Doctor en Filosofía Política. Director del Centro de Estudios de Gobierno de la Universidad Católica Argentina, Campus Rosario.