La información como el mejor recurso inclusivo
Jair es un changuito local que a sus seis años fue diagnosticado con autismo. En el Día Mundial de Concientización sobre ese trastorno, su familia cuenta cómo se convive con una condición que suele ser prejuzgada por falta de conocimiento.
Sabrina y Carlos son madre y padre de una familia que de un tiempo a esta parte eligió Roldán como escenario de vida y se mudó a barrio La Casona, en la zona sur de la ciudad. Allí transcurren sus días junto a sus dos hijos y a su perra Batata, tierna compañera que dedica buena parte de su tiempo a merodear entre los habitantes de la casa en busca de alguna caricia que por lo general consigue sin mayores demoras.
Hace cosa de medio año atrás, esta pareja de mediana edad recibió una noticia que en un primer momento sintieron como “durísima”: Jair, que con seis años es el mayor de sus changuitos, fue diagnosticado con autismo. “Fueron semanas enteras de estar llorando”, cuentan sobre el impacto que causó en ellos.
De allí en adelante, todo fue avanzar. “Mucha gente nos decía que saber con exactitud qué era lo que le pasaba era algo bueno. Hasta el momento nosotros veíamos que era tímido, que reaccionaba mal cuando se alteraba su rutina o que empezó a hablar tarde, pero no sabíamos por qué y lo tomábamos como algo que podía pasarle a cualquier chico”, explican Carlos y Sabrina. Ahora, el niño sigue un tratamiento de psicología infantil y fonoaudiología y “está mucho mejor”.
A partir del nuevo contexto cotidiano que se les abrió tras el diagnóstico de su hijo, ambos progenitores se propusieron absorber toda la información sobre autismo a la que pudieran acceder para poder otorgarle a Jair las mejores herramientas para su desarrollo.
También lograron ponerse en contacto con una red nacional de padres que se brindan contención, consejos, acompañamiento y, sobre todo, apuestan a hablar sobre un trastorno sobre el que suelen recaer no pocos prejuicios. Este sábado, sin ir más lejos, la familia de Sabrina y Carlos participará en Rosario de una jornada por celebrarse hoy el Día Mundial de Concientización sobre Autismo, bajo la consigna Yo hablo de autismo y apostando al conocimiento como camino hacia la inclusión.
“Mucha gente escucha la palabra autismo y piensa en un chico encerrado en una habitación, sin hablar con nadie. Un niño con autismo disfruta de las mismas cosas que cualquier otro. También hay personas que por falta de información creen que se trata de una enfermedad, cuando no es así: es un trastorno”, apuntan los padres de Jair.
Hoy el niño, en quien empiezan a asomar señales de una inteligencia superior, asiste a la escuela Pedro Dürst, institución educativa para la cual Sabrina y Carlos sólo tienen palabras de agradecimiento: “Es increíble cómo lo cuidan y cómo lo quieren”. Y aseguran que “Roldán es muy inclusiva”, en relación al trato que Jair recibe en cada lugar de la ciudad en que se hace presente. También valoran el papel de la obra social que tienen contratada, que gracias a la Ley de Autismo les cubre gran parte del tratamiento, incluido un acompañante terapéutico.
Por lo demás, cuando Jair está en su casa ama pasar tiempo con Aylín, quien como buena hermana menor lo admira profundamente. “Son inseparables”, cuentan Carlos y Sabrina llenos de orgullo y emoción. También con su vecino y buen amigo Cristian, con quien se revuelca en el piso a pura carcajada. Y también le une un vínculo especial con Batata, el mejor regalo que pudo tener: “Apareció por casa cuando festejábamos su último cumpleaños, fue como un milagro”. En definitiva, le da forma a sus días como lo hace cualquier niño, conviviendo con una condición que no le impide disfrutar y querer y ser querido.