Se fueron a Ecuador hace diez años, hoy tienen su propio restaurante y pusieron de moda el asado
#RoldanensesPorElMundo Sofía acompañó a Leandro en su aventura. Hoy residen en la ciudad de Quevedo y afrontaron más de un desafío, desde una campaña para un club de fútbol hasta una forma de reinventarse en plena pandemia.
Por: Nicolás Galliari
El inicio de una nueva aventura muchas veces puede estar en la pasión. Allá por febrero de 2010, Leandro Farias de Saa viajó a Guayaquil, Ecuador, para presenciar el partido de Newell’s ante Emelec, por la Copa Libertadores. Se reencontró con Fabricio, su primo, y aprovechó para quedarse unos días en el país. Volvió a Roldán decidido de tomar otro rumbo y cambiar de horizonte, por lo que al poco tiempo retornó y se asentó en tierras ecuatorianas. El destino le tenía preparado nuevos desafíos y su trabajo fue variando. A los dos años, viajó Sofía, quien era su pareja por entonces y hoy es también la madre de su hijo.
La familia vive en Quevedo, una de las ciudades más importantes del país, en la provincia de Los Ríos. Después de una década de haber cambiado de rumbo, pueden mirar en retrospectiva y ver que el paso de los años tuvo de todo, como una campaña para un club de fútbol, la apertura de un bar y de un restaurante y la obligación de cambiar de rubro para mantenerse en pie durante la pandemia. Para Lele, tal su apodo, y Sofía se trató de un desafío de adaptación, pero también de conocer otra forma de vida y explorar lo desconocido.
A través de su primo, Lele consiguió su primer trabajo, como mozo. A los pocos meses, fue encargado. “Cuando yo llegué, ellos habían conocido mucha gente de la ciudad donde vivimos actualmente, en especial al presidente de un club de fútbol, el Deportivo Quevedo. Ahí surgió la idea de hacer una campaña de socios en el club, en la que se metieron y ayudaron a realizarla. Se llamó ‘Hincha de 1ra”, cuenta Sofía a El Roldanense. Se trataba de un equipo con poca historia, pero que atravesaba uno de los mejores momentos de su historia.
La campaña duró casi un año, hasta que el equipo ascendió a primera división. “Se hizo una revista. La gente la compraba y mensualmente pagaban una cuota con la que accedían a sorteos, descuentos en comercios y entradas para los partidos de locales. Hubo que recorrer mucho para captar socios. El club nunca había tenido tantos socios como con esta campaña”, rememora ella. El equipo estuvo solo un año en la categoría más importante, pero se dio el lujo de jugar ante los mejores. “Todos trabajaron mucho, se hicieron muy conocidos en la ciudad”, expresa.
Aquellas charlas con el directivo de esta institución fueron el germen para lo que seguía, una hoja de ruta nueva. “Conversando un día con el presidente del club, los primos le decían que acá no había ningún lugar lindo para comer y tomar algo. Después de un tiempo, consiguieron un inversionista y logramos poner nuestro primer bar, Costello, en el malecón de la ciudad. Fue un boom, gracias a Dios”, relata Sofía, quien añade que el local era un sport bar con mucho de cultura argentina. Abría por la mañana, los fines de semana era todo un éxito y funcionó hasta mediados de 2015.
Pasado un tiempo, llegó una nueva oportunidad, dentro del mismo rubro. Abrieron el boliche Madame, aunque este caso era diferente, ya que Lele era uno de los socios del negocio. “Con sus ideas locas, él le puso su toque, siempre está en los detalles y diseñando la decoración, se da maña para todo. Yo le digo que es todólogo, jaja. El lugar también pegó mucho y lo tuvimos hasta julio de 2017”, expresa. Tras esos dos años, una nueva propuesta golpeó la puerta y abrieron un restaurante con parrilla argentina, adentrándose en un mundo que conocían mucho más.
“Se llama La Martina y es el lugar que funciona en la actualidad, con cerveza artesanal, cócteles, cortes argentinos, un poco de todo. La gente se copó mucho con el estilo, nuestra comida es lo más rico. Ahora están ‘de moda’ el asado y la sangría”, dice. Ella se encarga de la caja y compras, mientras su pareja está ocupada con el marketing y la publicidad. “Cada vez que viajamos a Argentina, tratamos de ver cosas nuestras, novedades, y plasmarlas acá”, añade, y cuenta cómo es la ciudad: “Tiene mucho para explotar, la gente es muy buena, amable y carismática. Nos tratan muy bien, hemos hecho grandes amigos”.
Las vicisitudes de los últimos tiempos parecen mostrar que había un guión escrito para ambos, aún después de aquella separación de un par de años cuando Lele optó por mudarse. “Nosotros nos conocemos desde hace mucho, yo tenía 15 y él 18 al momento en que empezamos nuestra relación. Cuando él se vino para Ecuador, nos separamos y estuvimos más de un año sin hablarnos, hasta que un día volvimos a tener contacto y me planteó la idea de que me vaya a vivir con él”, narra Sofía mientras viaja en el tiempo. Tenía 21 años, juntó sus ahorros y lo que tenía de su último trabajo, compró el pasaje y viajó.
“Pensé mucho y tomé la decisión de irme. Era todo muy distinto, al principio costó mucho adaptarme, pero me recibió mi gran compañero, ahora papá de nuestro hijo. Recorrimos las playas y sierras del país, conocí lugares hermosos, y de a poco me fui enganchando”, subraya. Visitaron Montañitas, Salinas, Cuenca, Baños y, con un amigo que los visitó desde Roldán, fueron a Quito para ver a la selección argentina. “Siempre que podemos, nos escapamos a la playa, la más cercana queda a tres horas de donde vivimos. Cuando vienen de visita nuestras familias, aprovechamos y salimos un poco a recorrer, hay muchos lugares lindos para ir”.
Reinventarse en pandemia
El rubro gastronómico, de cualquier manera, no fue el único en el que estuvieron inmersos. La pandemia los obligó a reinventarse y hallaron la forma adecuada. A causa del contexto, debieron cerrar el restaurante por más de ocho meses y se contagiaron de Covid 19, aunque lo afrontaron sin síntomas ni problemas mayores. “En el medio, surgió otro proyecto. Con su primo, diseñaron una máquina automática para desinfectar manos que también mide la temperatura. En plena pandemia, estuvimos con ese proyecto y vendimos unas cuantas máquinas, a los municipios especialmente. Y seguimos con esto ahora”.
Hace poco tiempo pudieron volver a Roldán de visita después de dos años. La familia completa pudo conocer a su hijo, y ella aprovechó para ver a su último sobrino. “Había pasado un montón de tiempo. Y cada vez se complica más que puedan venir a visitarnos, acá todo está dolarizado y allá la plata rinde cada vez menos”, expresa, y se esperanza con seguir viajando aunque sea una vez por año para reencontrarse con su pueblo.
El objetivo de ambos es que el restaurante crezca cada día. “Ecuador nos trata muy bien, se nos abrieron muchas puertas y no sé si en Argentina o Roldán hubiese pasado”, dice Sofía, quien hoy tiene también la compañía de “Chiqui”, su hermano, trabajando junto a ellos. “Yo soy un poco más sentimental, me gustaría volver en un futuro y que nuestro bebé esté con sus primos, tíos y abuelos”, dice con añoranza. Se esperanza con poner en el futuro un local de similares características en nuestro país. Mientras tanto, Quevedo es su segunda casa, el lugar en el que dieron vida a sus ideas y crecen entre sueños.