La Región

Construyó un carruaje antiguo con amigos y, tras más de 20 años, lo vende

La prohibición de la tracción a sangre hizo que ya no pueda utilizarlo como antes, cuando llegaba hasta Roldán y recorría las calles de Rosario. Un trabajo artesanal y con obsesión por el detalle.

Eran los comienzos de la década del 2000 cuando Julio se reunió con dos amigos para darle forma a tres carruajes antiguos, uno para cada uno. Tomaron como base los originales ingleses de tiempos de antaño, compraron la materia prima y pasaron horas trabajando en conjunto. Hicieron tres vehículos puramente artesanales, con obsesión por el detalle y las formas. Aquellos London Featon que utilizaron de modelo eran en ese momento sus volantas, o Mateos como se los conoce tradicionalmente en Argentina.Pocos años después, Julio se mudó a Funes y llevó consigo su unidad. La utilizó por sus calles y plazas por años, aunque la prohibición de la tracción a sangre puso freno al andar. “Me da pena no poder usarlo, me duele deshacerme de él, pero no quiero que se estropee. Ojalá lo lleve alguien a quien le guste y que pueda usarlo. Es algo muy lindo”, contó a El Roldanense. “Antes, acostumbraba a andar cada domingo con mi caballito, junto al equipito de mate. Recuerdo que he ido hasta Roldán”, rememoró.Su carruaje está hecho de madera de lapacho y la parte de abajo está reforzada con hierros, algo que está oculto a la vista. “Tiene cuatro ruedas de goma con rulemanes de Fiat 600, asientos de pana, luces de giro y balizas a batería y, en la parte de atrás, un baulito”, describió. “También cuenta con muchas cosas de acero inoxidable, como los estribos y la vara. Además, está fileteado con mis iniciales y alfombrado tanto atrás como adelante”, añadió, y explicó que cinco personas pueden viajar de manera cómoda en el carruaje.Julio se permite viajar en el tiempo, hasta los días de la construcción. “El muchacho que era la cabeza de nuestro grupo ya había hecho otros. Con el tiempo, empezamos a conversar sobre la idea”, recordó. “No sabes cómo hemos trabajado entre amigos, hasta altas horas de la noche. Incluso, tuve peleas con mi mujer, ya que eran las 11 o 12 de la noche y aún seguíamos lijando en el garage”, señaló del otro lado del teléfono coronando la frase con una risa corta, como quien acompaña los recuerdos con nostalgia.Durante casi 20 años, utilizó el carruaje para transportar a jóvenes de 15 años a sus fiestas, a parejas que se casaban y a chicos que querían dar vueltas en la plaza, mientras eran fotografiados por sus padres. “Puedo asegurar que si paso con el carruaje junto a un cero kilómetro, me miran a mí”, dijo convencido. “Una noche llevaba a una chica a su cumpleaños y me pararon en Provincias Unidas y Juan José Paso; en ese momento, una mujer se bajó de un auto y me pidió por favor para sacarle fotos al vehículo. Era algo que nunca había visto”, expresó.“He ido a las plazas de Funes, a Rosario, incluso dos o tres veces a Roldán, con un viaje tranquilo en el camino paralelo a la vía que duraba media hora o 45 minutos”, recordó. “Una vez que el caballo agarraba trotecito, llegabas rápido. Tampoco se trataba de ir volando, pero mateando se pasaba bien”, profundizó la anécdota. Así como su volanta descansa hoy en Funes, las otras dos continúan en Rosario como una reliquia que aún conservan los hijos de sus amigos, quienes eran mayores a Julio y fallecieron hace un tiempo.Hoy en día, contesta con un “por supuesto” contundente cuando es consultado acerca de si seguiría utilizando la volanta de ser posible. “El día que me muera, que mis hijos hagan lo que se les cante, pero claro que me apena no poder andar”, puntualizó. “Es un trabajo de prima, lindo, bien artesanal, a pulso. Esta persona, mi amigo, la tenía muy clara”, narró. A Julio le cuesta desprenderse de una pieza a la que cuida como un tesoro, pero su historia lo compensa. Aunque sea un poquito.