A 10 años de la tragedia de calle Salta 2141: el recuerdo de dos bomberos roldanenses en primera persona
Uriel Bruera y Matías Delay prestaron servicio durante esa semana junto a varios compañeros del cuartel local. Aseguran que fue el suceso más importante de sus carreras y cuentan su experiencia allí.
Por: Nicolás Galliari
La tragedia de calle Salta 2141 quedó marcada con tinta indeleble en la historia de Rosario y la región. Fueron días de estupor por la noticia, que pronto tuvo eco nacional y también fronteras fuera del país. Acontecida el 6 de agosto de 2013, la explosión del edificio dejó 22 personas fallecidas. Allí donde actualmente se construye un memorial, prestó servicio una innumerable cantidad de bomberos, rescatistas y brigadistas. Entre ellos, Uriel Bruera y Matías Delay, integrantes del cuartel de Roldán, quienes hoy reviven aquel episodio y cuentan su experiencia.
“Fueron momentos duros, difíciles de vivir. Si bien uno sabe que puede encontrarse todos los días con la tragedia, eso fue algo muy grande, no solo para los bomberos sino para todo Rosario”, describe Bruera, desde la guardia de Bomberos local, a El Roldanense. “Hubo mucha solidaridad de todos los vecinos, la ciudad estaba completamente en silencio para ver si se escuchaba algún ruido dentro del derrumbe”, añade, y detalla que el trabajo no fue “nada fácil” durante esa semana.
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Aquellos días se instalaron como una experiencia subcutánea para ambos, se metieron debajo de su piel para siempre. “Indudablemente, al día de hoy fue la más importante que me tocó vivir dentro de mi carrera como bombero”, relata Uriel. “Yo estuve martes, miércoles, jueves, viernes y sábado. La experiencia como equipo fue muy buena. Habíamos trabajado en salidas con otros cuarteles, pero nunca en algo tan grande”, complementa Matías. De hecho, no fueron los únicos voluntarios locales que estuvieron allí, sino que la lista es más extensa.Tres semanas después de la tragedia, la ciudad reconoció en la Casa de la Cultura a los bomberos por su arduo desempeño en el rescate de víctimas, junto al Concejo y la municipalidad. “El compañerismo de todos los cuarteles y el apoyo no solo laboral, sino también psicológico, es lo que más rescato”, menciona Bruera. “Una de las partes más duras que uno se encontraba era ver a los familiares afuera, esperando tener noticias sobre la búsqueda que teníamos dentro del lugar”, rememora, con los recuerdos intactos como si hubiese sucedido ayer.Delay también se remonta en el tiempo para narrar su experiencia. “Era un martes. Me llamó mi hermana diciendo que había explotado una caldera en Rosario y estaban pidiendo bomberos. Unos minutos después sonó la sirena y, cuando llegamos al cuartel, nos enteramos que era lo de calle Salta”, recuerda. Al arribar al lugar en grupo, se percataron de que lo acaecido era mucho mayor. “En ese momento vimos lo que había sucedido, la explosión de un edificio. Nos organizamos y comenzamos con los trabajos”, complementa.“Era medio extraño porque veíamos gente por todos lados y nosotros habíamos ido pensando que se trataba de una caldera”, pronuncia, mientras a su alrededor los bomberos desandan un día habitual y los aspirantes acuden a clases de una de sus materias. “Lo primero que nos tocó hacer fue ayudar a sacar los escombros para agilizar los trabajos de las primeras dotaciones que habían llegado. Así, colaboramos con los bomberos que ya estaban en el lugar”, profundiza.Tanto Matías como Uriel decidieron no regresar al lugar de la tragedia por cuestiones personales. “Lo vivo así, y creo que gran parte de mis compañeros también; después de que terminamos cada salida, intentamos no seguir en tema para preservarnos psicológicamente. Damos un cierre con lo que hacemos, brindar apoyo en el momento. Pudimos servir y dar lo mejor”, destaca el primero. “Una vez que sucede, el caso se cierra. No es bueno seguir recordando y es preferible cerrar algunas etapas”, puntualiza el segundo.Cumplida una década, ambos valoran el trabajo en equipo y aseguran que fue crucial. “Me enorgullece mucho haber participado, al margen de la gran magnitud de la tragedia. Perdieron la vida 22 personas. En lo personal y en la carrera de bombero, fue una experiencia muy grande. Ojalá no se vuelva a repetir, pero nos sirvió de mucho aprendizaje”, dice Uriel. “A veces lo vemos lejano, pero la capacitación nos llevó a aplicar allí lo que cada uno aprendió y a dejar al cuartel bien parado en función a la labor que pudimos desarrollar”, afirma.“Nos llevamos tanto el compañerismo de otros bomberos como el apoyo que recibimos de la gente de Rosario y los pueblos”, asegura Matías, y a la vez menciona que cada mensaje alentador que leía por las noches en redes era un impulso para seguir trabajando. “Te daba ganas de levantarte al otro día y continuar trabajando para ver si podíamos encontrar gente con vida”, recuerda. Transcurrieron 10 años, tiempo de otras experiencias y gran crecimiento del cuartel, sin embargo aquella semana fue un mojón imborrable en su línea histórica.