El emotivo relato con el que su nieta recordó al Dr Boubilá: “Nada para vos fue más importante que el amor al prójimo”
Pilar escribió un texto en las redes sociales en el que recordó al médico roldanense fallecido días atrás. “Hicimos como un pacto silencioso y desinteresado: ayer vos cuidabas y hacías feliz mi infancia y hoy yo cuidaba y trataba de hacer feliz tu vejez. Capicúa”.
A través de un emotivo posteo de Facebook, la nieta de Héctor Boubilá recordó al distinguido doctor roldanense, fallecido esta semana. «La gente te conoce como el médico del pueblo. Profesional, brillante, innovador, justo. Tus viejos pacientes se acercaban, con lágrimas en los ojos, a saludarte y expresarte enorme gratitud», escribió Pilar Cisana. El texto completo, a continuación:
«Capicúa. Es la primera palabra que se me ocurre cuando pienso cómo empezar a escribirte.
La gente te conoce como el médico del pueblo. Profesional, brillante, innovador, justo. Tus viejos pacientes se acercaban, con lágrimas en los ojos, a saludarte y expresarte enorme gratitud. Yo sabía bien por qué lloraban y se mostraban tan fieles a tu presencia, me lo contaron ellos mismos: les abriste las puertas de tu casa a todos por igual, a toda hora. Nada para vos fue más importante durante esos años que tu amor inmenso al prójimo. No importaba si del otro lado de la puerta había obra social, o si había cómo pagar una consulta. Esa humildad te convirtió en un verdadero grande.
Tuve el privilegio de que seas mi abuelo, el mejor del universo. Fanático de compartir picnics, vacaciones y salidas con tus nietos. El de los planes improvisados que volvía con increíbles sorpresas del consultorio. El de los juegos interminables en la pileta. Te entregaste con locura y amor a esa hermosa aventura de ser abuelos y nietos. Tu característico reloj en la muñeca marcaba el paso de un tiempo que sería mi tesoro por siempre.
Con el tiempo, los picnics y salidas se convirtieron en visitas largas y silenciosas en el patio, las tardes de pileta ahora te tenían como un espectador tranquilo, y las sorpresas eran algunas conversaciones profundas que sacabas de la galera que me hacían explotar de alegría y emoción. En esta nueva versión tuya, donde te olvidabas hasta de tu edad pero jamás de mi nombre, me enseñaste a disfrutar de lo simple y a amar la vida aferrándote a esas cosas: una rica comida, el mate compartido, escuchar buena música, el silencio en compañía, una copa de vino y un helado de chocolate.
Hicimos como un pacto silencioso y desinteresado: ayer vos cuidabas y hacías feliz mi infancia y hoy yo cuidaba y trataba de hacer feliz tu vejez. Capicúa.
Y mientras te extraño y escribo, otra vez capicúa: Emilio se mueve en mi panza. Sabrá mi hijo, tu primer bisnieto, que te emocionaste al enterarte de su llegada, sabrá de tu inmenso legado y sabrá también que fuiste, mi ojitos de cielo, uno de los hombres más importantes de mi vida que me llenará de orgullo por siempre».