La Ciudad

Juntadas de baile, cine y lugares icónicos del pueblo: historias de otra época

Poco más de siete décadas atrás, las fiestas eran muy diferentes a las actuales y cada domingo había películas en dos salas. Viajá con nosotros al pasado.

Por: Nicolás Galliari

Existen lugares icónicos, esquinas emblemáticas en la ciudad. Hay historias de otro tiempo, costumbres que fueron construyendo el día a día de Roldán hace varias décadas, que se mantienen ocultas o salen a la luz mediante ejercicios de memoria. Es por eso que un viaje al pasado se antoja necesario, para descubrir qué había en lugares que hoy nos resultan conocidos, o cómo eran las reuniones entre amigos que empezaban el camino de la adolescencia. Al desovillar el hilo, podemos ver que cada sitio tiene algo que contar.

Nos situamos en la culminación de la década del ‘40, inicios del ‘50. Por entonces, en Roldán las calles eran de tierra y llovía más seguido que en la actualidad. Los días eran usualmente más grises, acaso por fenómenos climáticos de otra época. Trazando un paralelismo, las fiestas o juntadas de ese tiempo distaban de las que se hacen actualmente y, para jóvenes de 15 o 16 años, las salidas eran por la tarde. Las reuniones nocturnas eran mucho menores y estaban reservadas para personas mayores.

Ahora bien, ¿de qué se trataban esas reuniones recreativas? El epicentro era el salón de lo que hoy se conoce como Casa de la Cultura, por esa época el Centro Cosmopolita Unión y Progreso. Cada jueves, los jóvenes llegaban a las 16:30 o 17 horas, corrían las sillas y mesas y transformaban el lugar en una pista de baile. Pasaban las horas y la música no cesaba, hasta las 21 o 22, cuando era momento de regresar a casa. Los pasos al compás de la música, las charlas y la comida hacían que la reunión pareciera corta.

Aquellos asaltos, que se realizaban dos veces por mes, eran una pausa a la cotidianeidad. Cada día, muchos de esos jóvenes y otros tantos se encontraban en las primeras horas de la mañana en la estación de tren para viajar a Rosario. Iban de lunes a sábado a la escuela o la universidad y el viaje duraba poco más de 45 minutos, tiempo suficiente para comenzar a socializar y, porqué no, preparar la siguiente fiesta. Además de las charlas que surgían en el transporte, se originaban allí grupos de estudio y nuevas amistades, a semejanza de la actualidad.

Las reuniones de esos jueves en el salón ubicado en calle López tenían su trasfondo. Sobre las mesas de un costado había tortas, chocolates, bebidas como naranjina o tamarindo y los grandes botellones de cinco litros de leche. El baile era siempre en pareja y en la victrola sonaba un disco de pasta que tenía dos canciones, una de cada lado. Aún no eran tiempos del vinilo ni del winco, que saldrían unos años más tarde. Danzaban por horas una música más movida que lenta, con ritmos como la rumba o el fox trot.

Los domingos eran de descanso, reuniones familiares y cine. Roldán contaba con dos salas hace siete décadas, una en la Sociedad Sportiva Recreativa y otra en el Centro Cosmopolita, donde el baile se extendía por horas los jueves. Había una suerte de rivalidad entre ambas pantallas durante esos años y muchas personas eran socias de un club o de otro, más no de ambos. Las cuotas eran baratas, de 10 pesos moneda nacional, sumando 10 centavos para ver uno de los films.

Los chicos acudían a las películas con sus padres y había dos funciones, una de matiné por la tarde y otra nocturna. Muchas veces, las funciones se retrasaban debido a que había que aguardar que la cinta llegue de una localidad vecina. Eran tiempos de artistas como Libertad Lamarque, Niní Marshall, Analía Sánchez Hariño, Ángel Magaña, Enrique Muiño, Luis Arata, Guillermo Battaglia o Luis Sandrini. Se exhibían películas locales o norteamericanas, como las de John Wayne y cowboys. Cada video estaba precedido por “Sucesos Argentinos”, un mínimo relato de la actualidad argentina durante el peronismo.

Así como la Sportiva y el Centro tenían su encanto, que fueron transformando con el paso de los años y su reconversión, el pueblo tenía lugares que hoy ya no están y que eran el retrato de otra época. Uno de ellos, por ejemplo, era un chalet ubicado en la intersección de Estanislao López e Independencia, demolido tiempo después; aquella esquina pasó mucho tiempo como un terreno baldío y hace poco tiene nuevas construcciones. Asimismo, la Sala Italia aún no existía y el galpón de las vías, hoy conocido como Salón de Usos Múltiples, estaba reservado para almacenar lo que se descargaba de los trenes: carbón, semillas, alguna máquina.

Los episodios de inseguridad eran aislados, aunque la amenaza estaba latente por la aparición en la noche de la llorona y ese tipo de personajes tradicionales. Igualmente, cada fiesta de amigos de entre semana contaba con la presencia de cuatro o cinco madres, atentas a lo que pudiera suceder. Eran otros tiempos, era otra la historia, los modos de socializar se fueron reconvirtiendo, lógicamente. Sin embargo, nunca es tarde para conocer lugares y costumbres de la ciudad que transitamos cada día.