Política en cuarentena
Las agendas, las tensiones, y las prioridades del mundo de la política se suspenden para enfrentar al coronavirus ¿Cómo nos afecta esta pandemia a nivel personal, provincial y nacional?
Por: Alan Stummvoll*
El 2020 insertó en nuestra agenda a un protagonista microscópico, nadie hubiera imaginado iniciar una nueva década con una pandemia de semejante magnitud con consecuencias en el plano político, económico y social. Todos somos testigos de que nuestro entorno cercano ya no es el mismo, detrás de la suspensión de recitales, eventos deportivos, manifestaciones, y todo tipo de encuentros masivos, se encuentra la paulatina suspensión de las relaciones sociales cara a cara.
El aislamiento como antídoto, no solo requiere el control a través de las acciones gubernamentales, sino también de la decisión personal de seguir las recomendaciones para prevenir la expansión del virus. Esto implica postergar a los intereses y a los deseos personales, para poner en primer lugar al bien común de la sociedad entera ¿Es posible cambiar el chip cultural, en un país que se caracteriza por valorar a los transgresores por sobre quienes cumplen las normas? Llegó el momento de ponernos a prueba.
El coronavirus se apoderó de nuestras conversaciones, dejamos de hablar del dólar y de los rugbiers de Gesell, para convertirnos en aficionados a la medicina adictos al alcohol en gel. Esto prueba que nuestras opiniones se retroalimentan tanto del contexto, como de las prioridades que ocupan al poder.
Es aquí, donde se encuentra la génesis de la psicosis de los barbijos, pero también la del control social, y de este último mecanismo, depende el cumplimiento efectivo de las medidas de prevención y la neutralización de la propagación del virus, a través de los límites sociales hacia los transgresores.
El temor a un escenario de propagación incontrolable del virus dentro de nuestro territorio, parece atemperar las tensiones, y los humores de conflicto, en el mundo de la política. Hay treguas en el juego del poder y las agendas particulares entran en cuarentena. Reducir el riesgo requiere de la acción concertada de los tres niveles del Estado. Esta situación da lugar a una foto como la de la cadena nacional de ayer (Fernández + Larreta + Kicillof), o a los tuits de Mauricio Macri haciendo un llamado a cooperar con las medidas sanitarias del gobierno nacional.
En este sentido, es evidente que pasamos de una etapa, en la que se subestimaba el alcance del CoVid-19, a una etapa de alerta total, inaugurada por la cadena nacional del último jueves, y consolidada por los anuncios de ayer a la noche.
El virus se convirtió en el mejor remedio para las toxinas de los problemas en las agendas de gobierno. La aparición de un enemigo excepcional, potenciado por la caída de las bolsas del mundo, le permiten al presidente, cohesionar a las diversas vertientes que componen su gobierno, fortalecerse territorialmente al coordinar las acciones con los gobernadores e intendentes, y, además, adquirir un mecanismo de explicación socialmente aceptable para tomar decisiones difíciles y antipopulares, en materia económica.
El contexto obliga a formatear el plan de gobierno, con una renegociación de la deuda al borde del default, un control de cambios devorado por la devaluación del peso, y una actividad económica cada vez más paralizada, nos encontramos ante un futuro que nos empuja hacia un precipicio.
Por lo tanto, el “cisne negro” del coronavirus, potenciado por la crisis generada por los precios del petróleo, puede ser: 1) una oportunidad para que el gobierno nacional justifique un cambio de rumbo con objetivos menos ambiciosos, y 2) un rival, más accesible que los del frente económico, que, de ser resuelto favorablemente, puede dejar al presidente con un saldo positivo para su gestión.
En cuanto al escenario provincial, el coronavirus, también se convirtió en el mejor antídoto, tanto para la inseguridad santafesina, como para los conflictos políticos por la ley provincial de emergencia económica. El contador estadístico de tragedias se detuvo, y la sucesión de imprudencias del ministro de seguridad, Marcelo Saín, parecen tener un receso al tomar distancia de la agenda de los medios.
Por otro lado, parece emerger un impasse entre el gobernador, Omar Perotti, y el jefe de la cámara de diputados, Miguel Lifschitz, en principio, para aunar esfuerzos a fin de prevenir y neutralizar la expansión del coronavirus en el territorio santafesino, pero, quién sabe, si este diálogo puede ser la antesala de algún consenso por la ley de Necesidad Pública.
En ambos niveles de gobierno advertimos una suspensión de las agendas y una postergación de los conflictos de poder. La atención pública obliga, a todo al arco político, a cooperar en el abordaje y en la prevención del coronavirus. Pero, si la salud pasó a ser la principal prioridad de gobierno, las demás cuestiones pasaron a ser secundarias, y lo secundario no existe en la escena pública. Es en este punto, donde se encuentra la oportunidad de resetear los cursos de acción en los frentes más vulnerables.
Sin embargo, es importante que el lector entienda que, para vencer a esta pandemia, será necesario armonizar el control gubernamental, con la mesurada difusión de la información por parte de los medios, con un control social no paranoico, y, fundamentalmente, con el autocontrol y la responsabilidad de cada uno de nosotros.
Los límites emergen en nuestra mente, es clave utilizarlos para actuar concertadamente en pos de la prevención, y del control de nuestros pares. No hay margen para los imprudentes que agreden a los porteros de un edificio, cuidarnos es responsabilidad de todos.
* Licenciado en Ciencia Política (Universidad Nacional de Rosario) – Opinión Pública y Comunicación
Política (FLACSO – Argentina)