Una dura historia de violencia de género relatada en primera persona
Ludmila es una joven mujer roldanense que se animó a contar los terribles hechos que denuncia estar soportando desde fines del año pasado.
Por Verónica Peyrano
«En el marco del Día Internacional de la Mujer, es mi intención contar mi historia, denunciar una situación gravísima de violencia y abandono de la que mis hijos y yo somos víctimas y tal vez, por qué no, animar a otras mujeres a romper el silencio, a contar su verdad… Y de esta manera el NI UNA MENOS quizá deje de ser, para muchos, una frase hecha que se expresa de la boca para afuera, sin tener plena conciencia de la verdadera magnitud que su significado encierra”.
Con esas palabras Ludmila denunció públicamente la situación de violencia de género que asegura estar atravesando desde hace tiempo. Tiene 28 años y es mamá de una nena de 3 años y un bebé de 7 meses. Junto al papá de su hijo, Joaquín P., se mudó a Roldán donde él vivía desde hacía diez años. A los pocos meses de convivencia la situación se fue haciendo insostenible.
“Tengo una denuncia inicial de octubre del año pasado, es una prohibición de acercamiento y exclusión que no hice efectiva, porque en ese momento las cosas no habían llegado al extremo que llegaron más adelante”, relata la mujer.
Sin embargo, según cuenta la propia Ludmila, lo que pasó después “fue aún peor”. La joven volvió a denunciar a su ex pareja e hizo efectiva la prohibición de acercamiento. La reacción no se hizo esperar: “Luego de eso comenzaron las amenazas, primero se llevó la bomba de agua, después consiguió un oficio para venir a sacar sus cosas, que eran sus documentos y efectos personales. Luego me entero que no debería ser más que su ropa.
«Vino con la Policía, el oficial me entrega el oficio donde decía que el procedimiento no se podía llevar a cabo sin mi consentimiento. Cuando leo esto yo le digo al oficial que no quiero que él entre, y el oficial me apuró: «Vamos a hacer las cosas rápido porque estoy apurado, lo vas a tener que dejar entrar». Se llevó todo, literalmente. Me dejó a la nena sin su cama, sin ventilador, se llevó la cocina con la garrafa. El oficial no sólo presenció todo sino que lo autorizó”, prosiguió con su relato.
Desde la Comisaría Sexta de Roldán, confirman que acompañaron al hombre a retirar cosas de la casa, argumentando que las órdenes sólo indicaban prevenir conflictos, no ver qué cosas se retiraban: “El día 1 de marzo se hace presente un muchacho con un oficio diciendo que teníamos que acompañarlo a calle Mitre al 800 a retirar efectos personales, documentación, ropa, etcétera. No especifica exactamente qué efectos tenía que retirar, pero el oficio a nosotros solamente nos ordena que tenemos que acompañar para evitar incidentes o situaciones de peligro hacia las personas”, explicó un oficial de la seccional a este medio.
Ludmila cuenta que se comunicó con la dependencia policial al día siguiente para plantear la situación con el entonces comisario, pero que la respuesta que obtuvo no fue muy alentadora: “Me cuestionaron de quién era la cocina, le expliqué que era de la casa que nosotros teníamos una familia. «¿Y de qué me está hablando si la cocina era de él?», esa fue la respuesta que obtuve”. La joven radicó en la ciudad de Rosario la denuncia contra su ex pareja y luego en “un organismo que regula el accionar de la policía”, donde también dejó constancia. “Ellos te hacen sentir que si vos no llegas con un ojo en la mano, destrozada, lo que vos vas a denunciar no tiene valor. ¿Es necesario llegar a un extremo así?”, reflexiona.
A los pocos días Joaquín P. violó la restricción perimetral y se acercó “dándole machetazos a la puerta y con amenazas de muerte”, continuó relatando Ludmila y agregó: “Como no logró ingresar a la vivienda, decide cortar el cable de alta tensión dejándonos sin electricidad y pudiendo desencadenar una tragedia”.
La denuncia de Ludmila expone con claridad los distintos episodios por lo que, casi como una regla, una mujer que sufre violencia de género vuelve a ser violentada. El entramado judicial y administrativo que hay que atravesar a la hora de denunciar muchas veces dificulta y complica, cuando no vulnera el derecho de una mujer a buscar protección por parte del Estado. Casos como los de Ludmila son un claro ejemplo del desaliento con el que deben lidiar las mujeres en situación de violencia, que ven vulnerados sus derechos también en estos otros ámbitos.
La joven encontró un gran apoyo en la Oficina de Atención a la Víctima local, un equipo interdisciplinario que trabaja en red brindando asesoramiento y ayuda: “Desde el Municipio me ayudaron, me asesoró una abogada y me brindaron una psicóloga, ellos también me consiguieron una cocina que me donaron”, agradeció Ludmila y explicó que aún continúa sin luz. “Yo quedé acá sola en el medio de la nada, si me quedo sin celular quedo aislada del mundo con los dos chicos”.