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Cómo abordar las adicciones desde una asistencia profesional, integral y sobre todo humana

En momentos donde la problemática es tapa de todos los diarios del país producto de la noticia protagonizada por Chano Charpentier, una profesional local la aborda desde todas sus aristas.

Por: Soledad Barboza (*)

Hay personas que necesitan volver a sensibilizarse consigo mismo: con su cuerpo, con sus emociones, con sus pensamientos y con los demás, y a su vez deben aprender a tolerar y elaborar el sufrimiento o placer que ello le genere. El conflicto epistemológico en los tratamientos de las adicciones no es su validez científica, sino en el enfoque reduccionista con el que aborda el problema: la persona con una adicción es mucho más que las sustancias que consume, que los efectos que tienen esas drogas y los motivos por los que las consumen.

Tenemos que dotar a esas personas de recursos personales, habilidades emocionales, entrenamiento en toma de decisiones, resolución de problemas, análisis de sus fortalezas y habilidades. Tenemos que ayudarlos a empoderarse para conseguir que reequilibren su estilo de vida, a partir de una asistencia y acompañamiento con un enfoque integral. Un enfoque que evite esa mirada reduccionista como “una enfermedad del cerebro” y no nos haga perder de vista las repercusiones personales, familiares, laborales y económicas que conllevan las adicciones.

Huyamos de los conceptos vacíos, evitemos los estereotipos, los síntomas convertidos en trastornos, de las etiquetas y prejuicios.

Defendamos la identidad de cada persona, ya que cada una merece ser atendida lo mejor posible, escuchando y respetando sus particularidades y diferencias.

Fomentemos un espíritu más autocrítico por parte de todos los agentes implicados en los programas y políticas, recordando a todos ellos la necesidad de aprendizaje continuo y de reciclaje profesional, al menos de adaptación y conocimiento de las nuevas realidades de cada paciente.

Aunque, a veces, “corramos el riesgo” de conectar emocionalmente con la otra persona y podamos resultar demasiado humanos, incluso situarnos fuera de los manuales del “perfecto profesional”. Pero siempre vivos. Vivos para nosotros mismos y para los demás.

(*) Psiquiatra del equipo del Centro Interdisciplinario Somos Uno